Eran las 10h. de la mañana, como cualquier miércoles de periodo lectivo. Pintaba un día bueno y un poquito pasado de temperatura para la fecha en que nos encontramos. Un coche plateado me recoge y junto con otros tres aguerridos marchosos nos dirigimos a la M-30 para posteriormente enlazar con la carretera de Burgos y alcanzar nuestro primer objetivo que no es ni más ni menos que la Presa del Pontón de la Oliva.
Allí a las 11,15h, como si todos nos hubiéramos educado en un English College, nos reunimos con el resto de los marchosos convocados. Hoy solo somos siete, JP, JA, Paco, Jero, Chicho y yo mismo que me llamo Pablo como mi padre. Ha habido varias bajas ¿miedo, bajas justificadas?.
Después de cambiar unas palabras con un aguerrido escalador- supongo- de los muchos que siempre encontramos por estos lares y, aunque ahora más, por eso que denominan crisis y a falta de tener donde ganarse las habichuelas deciden ir a ver si se rompen la crisma subiendo por las rocas que a lo mejor es menor riesgo que aguantar la presión estructural que nos agobia y hasta nos hace, mejor dicho, las hace abortar.
Iniciamos los siete, en amor y compañía, la subida por el por la pista asfaltada de servicio al CYII y después al alcanzar la primera curva tal y como dice el manual, nos metemos por un camino que resulta ser, quien lo diría, un GR. Andamos unos metros por ese camino cuando divisamos en el cer
ro inmediato a nuestra derecha, bueno según se mire, un camino de máxima pendiente por donde deberíamos haber subido para alcanzar lo antes posible la visión de las cárcavas. Seguimos unos metros más y el líder carismático, con otros tres marchosos, se dejan caer a su derecha según van para luego ascender por el cerro inmediato y alcanzar las cárcavas, Tres “marchoflautas” decidimos hacer la ascensión por una zona de menos desnivel y seguimos por el cauce del arroyo, debe ser por eso de que está seco. Divisamos a un grupo de gamos que salen de entre las trochas, lo único agradable de esta escapada, y cuando ya nos convencemos de que por allí al único sitio que podemos llegar es a Alpedrete y pedir que ahí nos recojan a la vuelta, hacemos una machada y nos subimos por una trocha a la derecha, en cuya ascensión nos acordamos de nuestro espíritu de aventura y alguno hasta farda de que como tiene el carnet de la Federación puede llamar al h
elicóptero si las cosas se ponen feas. Mas.
Al fin los marchoflautas después de mucho esfuerzo y sufrimiento conectan con el resto del grupo y todos tan felices. Nos comemos los frutos secos y le damos los primeros tientos a la bota, eso sí, mirando a las cárcavas.
médico, que cosa más rara a nuestra edad aunque yo creo que ha quedado con alguien.
Según bajamos y, para completar la jornada, nos acercamos a la cumbre de la hoz que encajona al rio Lozoya hasta su llegada a la presa del Pontón de la Oliva. Admiramos el paisaje que se divisa desde esa altura y descendemos a su lecho. Como ya he comentado anteriomente, se encuentra abarrotado de numerosos jóvenes realizando escalada. Paco como de costumbre, comparte sus experiencias con alguno de ellos y con algunas de sus chicas Por fin alcanzamos la presa y la atravesamos por un aliviadero que actualmente está seco y llegamos a los coches donde nos despedimos de los marchosos norteños pues tienen mucha prisa por eso de la cita.
El resto acabamos el día alrededor de cañas, cafés, acuarius y copa de Castellana con hielo, en el único bar que encontramos abierto en Patones.