Asistentes: Chicho, Fernando,
Juan, Miguel, MA, Paco y yo
Quedamos en el pueblo de Villavieja de Lozoya, en la plaza del
ayuntamiento, a las 11:15. Una vez llegados todos nos fuimos en coche hasta el
punto de partida de la marcha, cerca de las vías del tren.
Empezamos a andar a las 11:30 por una pista paralela al arroyo de los
Robles que atraviesa un robledal. El camino va subiendo continuamente y cada
vez más empinado; no adelantó un coche de los guardias forestales que luego lo
encontramos aparcado y los aguarais poniéndose el traje de faena, pues estaban
marcando los robles que van a ser talados o los que van a ser salvados, no nos
quedó muy claro.
Seguimos subiendo y pasamos del robledal al un pinar de pinos muy rectos, altos y sanos, donde los seteros empezaron su rastreo en busca de níscalos, pero el día no les acompañó ya que el lugar estaba muy trillado y con el frio ya no rebrotan.

Cuando empezábamos el descenso, en el mismo puerto, apareció Chicho; Miguel
lo acompañó mientras que Juan y yo lo esperábamos muerto de frio, pues todo el
puerto estaba cubierto de niebla y soplaba el viento. Una vez juntos los
cuatro, comenzamos el descenso hasta que encontramos al resto del grupo que ya
habían terminado de comer; cominos y todos reagrupados, excepto Paco que
comenzó otra vez con los níscalos, comenzamos la bajada todos ateridos de frio
por llevar la ropa húmeda del sudor, el efecto de la digestión y la baja
temperatura que hacía.
Tomamos un camino diferente de bajada, con menor pendiente y bastante
revueltas por el pinar hasta llegar a la pista que tomamos en la subida;
atravesamos el robledal y los agentes forestales ya no estaban (no trabajan
mucho, pues aun había faena por a hacer) y llegamos a los coches donde nos
esperaba Paco que no se había enterado del desvío que habíamos tomado.
Jerónimo Limón