jueves, 23 de diciembre de 2010

Felices Fiestas

No está mal este video como introducción o calentamiento para
asistir a la cena de Nochebuena del relato navideño nº 7.

http://www.m2film.dk/fleggaard/trailer2.swf

A disfrutar, del turrón, claro.

Chicho

domingo, 19 de diciembre de 2010

Relato corto de Navidad nº 7. Nochebuena

Nochebuena
Cuando Mercedes y John llegaron, todo estaba dispuesto en la mesa: los platos de jamón y queso, las aceitunas, los mariscos... En un rincón, el árbol de Navidad con las luces encendidas. Después de saludarse pasaron al comedor y se sentaron todos a la mesa como en otras celebraciones: John, entre Mercedes y Leonor; enfrente, Pablito y sus padres, Ana y Esteban; sus padres de ellas, en las cabeceras de la mesa. Bebían, comían y charlaban animadamente. Cuando hubieron terminado con las entradas, Mercedes y su madre se levantaron y fueron a la cocina. Regresaron con una fuente de ensalada y una bandeja de cordero recién asado cuyo aroma inundó la sala.
Leonor, la menor de las tres hermanas, que aún vivía con los padres, sentía una irresistible atracción por su cuñado John, un norteamericano fuerte y alto, bien parecido. Así que Leonor trataba de disimular ante su hermana, sin perder la ocasión de coquetear con él. Una sonrisa, una mirada, un beso furtivo de despedida en los labios.  
Aquella Nochebuena, John, sentado entre las dos hermanas, notó que la mano izquierda de Leonor le acariciaba el interior del muslo. Ella, en tanto, pasaba el dedo índice de la derecha por el borde de la copa de vino y miraba con descaro al resto de los comensales. John no pudo huir de aquella embarazosa y, a la vez, placentera sensación. Notó latir su corazón y la presión de su pene erecto, mientras masticaba un trozo de cordero. Leonor deslizó la mano, suave y lentamente, hasta la entrepierna del cuñado. Este tragó sin terminar de masticar lo que llevaba en la boca, colocó las manos a los lados del plato sin dejar los cubiertos, se apoyó en el respaldo de la silla, abrió las piernas y exclamó en silencio: ¡Oh, my God!
Nadie reparó en lo que había ocurrido debajo de la mesa. John se recolocó en su asiento y siguió comiendo como si nada hubiera pasado. Leonor sonrió, mirándolo de reojo con complicidad, como si acabara de hacer una pequeña travesura.
Luego del cordero tomaron los postres, el turrón, el cava, los cafés.
Desde entonces, hace ya dos años, Mercedes está preocupada por el comportamiento de John. Se queda hasta muy tarde en la oficina, apenas le hace caso, se duerme a menudo viendo la televisión y, sobre todo, no quiere ir de visita a casa de sus padres.
Firmado: John