Solamente cuatro marchosos nos dimos cita a las 11 en la puerta de la urbanización Sierra de Tajuña en Ambite, Manolo, Pablo, Paco y Miguel Ángel.
Después de dejar el coche junto al depósito del agua en la parte más alta del complejo, comenzamos la marcha siguiendo una senda apenas perceptible que nos llevó a una alcarria bordeada por un precipicio. Debido a la ausencia de sendas ó señales, caminamos entre encinas y fincas, sin alejarnos del borde del precipicio, hasta dar con la Cruz de Ambite y cómo prueba de ello ahí está la foto adjunta, allí tomamos los consabidos frutos secos. Fue una lástima que la niebla nos impidiera ver la majestuosidad de la situación dominando desde el precipicio el valle del Tajuña.
Ahora teníamos la tarea de buscar un camino que nos llevara a Mondejar. Con la única indicación de caminar hacia el Este, fuimos avanzando por monte bajo con encinas, espino, aliagas, mejorana y tomillo. Íbamos trazando caminos imaginarios que la realidad se encargaba de desdibujar al poco tiempo. El ambiente era húmedo y había una agradable sensación de olor a arbustos silvestres. De vez en cuando el monte bajo se terminaba y teníamos que seguir atravesando fincas de color ocre, en la que los incipientes brotes verdes de trigo asomaban rastreros. También atravesamos rastrojos, barbechos y tierras baldías donde la vegetación iba ganando terreno a las antiguas señales de labranza. Encontramos al fin un camino que nos llevo a Mondejar.
En Mondejar visitamos la Iglesia gótico renacentista de Sta María Magdalena con su magnífico coro y retablo. No pudimos ver la ermita de San Sebastián con sus famosos pasos escultóricos de la Pasión llamados “judíos” por no tener cita previa. Paco se entretuvo charlando con un empleado del ayuntamiento, un paisano y la camarera de un bar sin que nadie supiera el camino de la antigua vía del tren, hasta que dos lugareñas nos indicaron cómo acceder al viaducto que da comienzo al recorrido de vuelta a Ambite por la vía del antiguo ferrocarril del Tajuña. El trazado de la vía se mantiene prácticamente integro, salvo una escombrera que lo tapa al llegar a Ambite. Por supuesto, ya no hay raíles ni traviesas, pero son de admirar sus viaductos, sus trincheras y terraplenes. Transcurre entre una zona de monte bajo sin apenas rastro de cultivos ó viviendas. Los restos de piedras del antiguo balasto dificultaban a veces la caminata. Comimos opíparamente a la vera de la vía, sin que nada disturbara una buena vista del paisaje.
Una característica común a todo el trayecto fue la ausencia de personas y de ruidos, solo rota por el ronroneo del motor de algún tractor a lo lejos.
Llegamos por fin a Ambite y nos esperaba lo peor del recorrido que fue subir a pie desde la entrada de la urbanización hasta el depósito del agua. Lección aprendida para otra vez: es mejor hacer la subida fuerte al principio.
Cómo no había planos de la marcha he confeccionado uno muy rudimentario que adjunto
Misión cumplida
Miguel Angel
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