Desde el aserradero de Valsaín, desde el que ya hemos iniciado rutas varias veces, comenzamos la marcha del día. La subida hasta la choza del Tío Blas no es muy pronunciada pero constante y discurre en parte por carretera asfaltada y en parte por pistas en las que pronto encontramos grandes troncos de pino Valsaín
que amables operarios cargaban en grandes camiones.
Por cierto, que por si no lo
sabíais, El Real Aserrío de Valsaín se
inauguró, bajo el patrocinio de la Casa Real, en el año 1884, con máquinas
accionadas a vapor.
Se encuentra ubicado en el Monte
Matas de Valsaín y procesaba la madera que se extraía de los Montes de Valsaín
y se centra en la explotación maderera del pino silvestre. Este árbol, de
tronco cilíndrico esbelto y recto, alcanza alturas superiores a los 40 metros y
más de 1 metro de diámetro. Su característica corteza con tonalidades rosas en
el tercio superior, que contrasta con el verde de sus hojas, le proporciona una
gran belleza. Además, la calidad de la madera es notable.
La edad de corta del pino
silvestre está cifrada en 120 años. Las cortas se realizan mediante aclareo
sucesivo por bosquetes. Consiste esta técnica en ir abriendo pequeños huecos en
la masa del arbolado maduro. La luz penetra en las zonas aclaradas y favorece
la germinación de los piñones que dan origen a una nueva nueva generación.
Más adelante, paramos a
tomar los correspondientes frutos secos
apoyados en uno de esos grandes troncos. Bebimos de la bota y continuamos
camino hasta llegar a una estación meteorológica
junto a la cual, un cartel indica los diferentes caminos que se pueden tomar.
Desde allí a la majada del Tío Blas, que es una cabaña de piedra muy rudimentaria, con una puerta baja y que como su propio nombre indica, serviría de refugio al Tío Blas
Ya han comenzado a aparecer las
primeras setas, sobre todo boletos y otras no comestibles pero muy bonitas y W,
Paco y MA y JA recogieron algunas.
En la bajada, ya a la hora de
comer, despreciamos los mejores sitios, continuamos camino hasta pasar por la
fuente del Chotete y finalmente elegimos un sitio malo e incómodo y allí
comimos.
La última parte del camino, bordeada por grandes troncos apilados esperando su traslado a la serrería, se nos hizo muy cómoda.
Llegamos a los coches, nos despedimos y hasta la
próxima.
Miguel