miércoles, 24 de noviembre de 2010

RT038 Camino de Puricelli 24 Nov 2010

Quedamos en el Hospital de la Fuenfria.
JL trajo en su coche a Jero y Paco a JP, Pablo y Manolo

Decidimos salir hacia el Camino de los campamentos y después de pasar por varios picaderos de caballos y ganaderías donde estaban echando de comer al ganado en un corral abierto, tomamos un sedero paralelo a la pista pr4 y pr30  para llegar al Campamento.
Desde el mirador se ve una magnifica panorámica de lo que rodea Cercedilla:
La Maliciosa y la Bola nevadas, la cuerda larga también, Siete picos, el montón de trigo. El cerro San Pedro, el embalse de Santillana. El pantano de Valmayor.

Nos comimos los frutos secos y entre trago y trago de la bota Paco propuso que se anulara la restricción que prohíbe incorporarse a los nuevos hasta Enero. Nos pareció bien. JP comento que habría que consultar con los ausentes JG, Chicho, Fernando. JL propuso que para conocernos mejor invitemos a los nuevos candidatos a la gastronómica del día 15 de Diciembre.

Seguimos la pista y nos desviamos para empezar la subida hacia el collado que sube a la Peñota para comer con buenas vistas . Pablo y Manolo prefirieron ver las vistas desde mitad de la subida y los demás subimos campo a través hasta la altura de 1610m por la mayor pendiente y encontramos restos de nieve y magnifica panorámica en un día espléndido.

Volvimos a bajar para juntarnos todos y comer. Después Jero nos leyó un articulo sobre el conflicto del Sahara y todos estuvimos de acuerdo que eso tiene mala solución. Maruecos irá metiendo gente para neutralizar a los saharauis.
Tomamos el camino de vuelta con un sol espléndido y después de unos 12 KM  recorridos volvimos con el objetivo cumplido a las 17h al Hospital.

martes, 23 de noviembre de 2010

Cambiar el modo de ser

El déficit cultural de los españoles, similar al de los ciudadanos de otros países euromediterráneos, reduce sustancialmente su capacidad de innovar, de mejorar la vida política y de afrontar la crisis económica

En condiciones normales, las gentes tienden a seleccionar los papeles sociales más adecuados para sus talentos y gravitan hacia aquel medio que recompensa sus inclinaciones. Cuando se encuentran en un medio desfavorable, la solución más simple es escaparse de él. Otra solución es dedicar una parte de su energía a defenderse del medio y otra, a transformarlo. Esta es una apuesta ingrata y arriesgada, pero puede ser inevitable cuando ese medio corre el peligro de autodestruirse.

Con viento favorable parece que todo va bien, pero una crisis como la actual desvela la realidad de un país que no innova lo suficiente, cuyo tejido empresarial es frágil, cuyos políticos se bloquean o se pierden en peleas internas, cuyos medios de comunicación producen demasiado ruido y cuyas gentes confían poco unas en otras.

En estas circunstancias, el país no resuelve sus problemas dándose ánimos, cambiando de políticos o con más dinero (aunque todo ello ayude). Los resuelve enfrentándose con su realidad y cambiando su propio modo de ser. Para ello, necesita situarse y compararse: por lo pronto, situarse en Europa y compararse con otros europeos.

El modo de ser, o el carácter, de un grupo social es el poso que queda de las costumbres, virtudes o vicios, que tenga. Llamar a las costumbres virtudes o vicios requiere un criterio para distinguirlas. Imaginemos que hacemos nuestra una tradición moral que en Europa tiene, grosso modo, una presencia de dos milenios y medio, la de la filosofía de las virtudes cardinales, y consideramos como un buen carácter el que corresponde al ejercicio de esas virtudes: 

-          la virtud de la prudencia es cultivo de la inteligencia,
-          las virtudes de la fortaleza y de la templanza, que cimientan la confianza en sí mismo,
-          la justicia, que alimenta la confianza en los demás

 Los filósofos antiguos solían decir que, reunidas, todas estas virtudes hacían posible una vida buena y, por consiguiente, una vida alerta, confiada y generosa. Supongamos que eso, traducido a los lugares comunes de hoy, equivale a decir que aquellas prácticas conducen a una sociedad más libre, próspera y solidaria.

Pues bien, si comparamos nuestras virtudes con las de otros europeos, lo que obtenemos es un dibujo muy sencillo y muy rotundo. Se demuestra que, por sus virtudes cardinales, los españoles se sitúan en el tercio inferior de una distribución de países que abarca al conjunto de la Europa nórdica, centroeuropea, anglosajona y euromediterránea.

He aquí, en apretado resumen, algunos de los datos en cuestión. En comparación con el europeo medio, los españoles:

-          fallan más los test de Matemáticas, dedican menos tiempo a estudiar, su tasa de abandono escolar es mayor, leen menos libros y practican menos actividades artísticas: ello indica un cultivo menor de su inteligencia
-          además, se emancipan más tarde, dan más importancia a vivir en un entorno seguro, viajan menos, saben menos inglés, confían menos unos en otros, se interesan menos en la política y desconfían más de los políticos: ello sugiere un déficit de confianza en sí mismos y en los demás, ligado con un impulso menor y un horizonte de vida más reducido.

Este déficit de disposiciones virtuosas (de cultura moral vivida) es lo que se traduce en la fragilidad, la rigidez y el menor dinamismo de la economía, en el carácter derivativo de buena parte de la cultura, en la falta de ecuanimidad del debate público y en la mezcla de desconcierto y timidez de fondo con aires de ordeno y mando de tantas decisiones políticas.

Tampoco estamos solos en el empeño. Nuestro estudio muestra que la inferioridad cultural de los españoles es parecida a la de otros pueblos euromediterráneos como los italianos, los portugueses y los griegos; y probablemente por ello todos comparten los rasgos mencionados de una estructura productiva más frágil, menos innovación, más dificultades para resolver los problemas comunes y, hoy, una situación más delicada ante la crisis.

La comunidad de los problemas de estos países euromediterráneos no supone desdoro alguno para cualquiera de ellos. Son países con pasados gloriosos, en tiempos más o menos lejanos: la Grecia de Pericles, la Italia del Renacimiento, la España de los siglos de oro, el Portugal explorador de los mares. Esos recuerdos pueden servir de inspiración para afrontar el porvenir. También han tenido pasados recientes problemáticos; una alfabetización tardía, tiempos largos de clientelismo político y regímenes autoritarios, episodios de guerra civil y una sociedad civil débil. Esto, a su vez, puede facilitar que cada uno aprenda de los errores de los demás.

Además, la senda principal del aprendizaje de todos ellos solía ser la imitación de las buenas prácticas de otros países europeos. A veces han imitado las peores y han acabado en una catástrofe; pero cabe confiar en que, a la postre, hayan aprendido a elegir sus modelos. De los nórdicos de hoy, por ejemplo, pueden aprender que lo más importante no es ser de derechas o de izquierdas, o de centro, sino razonar y controlar a su clase política, hacer compromisos sensatos entre unos y otros, innovar y educarse (mucho) mejor, aprender inglés e irse un poco antes de la casa paterna.

Finalmente, para hacer estas cosas, los españoles (y los otros euromediterráneos) pueden utilizar incluso algunas de sus propias emociones negativas. Mal usadas, esas emociones llevan a una violencia destructiva y hacen daño; pero controladas y usadas con discernimiento pueden dar mucho juego.

Por poner un ejemplo, la mayoría de los españoles preguntados en una encuesta reciente dice que, cuando escucha a su presidente del Gobierno hablar de economía, piensa que este sabe poco o nada de lo que está hablando (para ser exactos, un 62,4%). El dato es un poco penoso, si se piensa en la situación económica actual. Pero miremos al futuro. Ese reconocimiento de desconfianza puede tomarse como un punto de partida, y a partir de él los españoles pueden hacer varias cosas. Una es quejarse amargamente, y otra es aprender economía ellos mismos.

Lo mismo cabe decir de la reacción de los españoles ante sus medios de comunicación. Una mayoría de ellos, en la misma encuesta, dice que los medios les informan de los acontecimientos de una manera confusa y desordenada (de nuevo, para ser exactos, el 68,1%). Claro que el dato es inquietante. Pero, una vez más, la expresión de desconfianza puede ser el punto de arranque de dos conductas muy distintas. Una es refugiarse en el victimismo: no nos informan. La otra es buscar la información.
Piénsese por un momento en lo maravilloso que sería que los españoles, en lugar de quedarse en la mera desconfianza de los políticos y de los medios, decidieran asumir más responsabilidad directa por lo que les ocurre e informarse por su cuenta. Si lo hicieran, cambiarían su manera de ser. En realidad, es la única forma que tienen de cambiarla.

Sacado por JP del artículo de V.Pérez Diaz de El País del 22.11.2010

domingo, 21 de noviembre de 2010

La Acebeda (ruta 020). Breve resumen de la excursión.


Marcha: El puerto de La Acebeda:
Fecha: 10/11/2010
          Asistentes: JG, JL, JP, Pablo, Paco y Jerónimo

Aunque los días anteriores fueron buenos, ese miércoles amaneció nublado, y  conforme nos acercábamos al pueblo de La Acebeda, más negro se ponía el cielo. Una vez reunidos los dos grupos y cambiados de botas, nos dispusimos a emprender la marcha. Tuvimos una duda sobre el camino a seguir y después de andar unos 100 m., deshicimos el camino y cogimos la vía pecuaria, que subía pausadamente pero de forma continua. El viento frío soplaba con fuerza y aprovechamos un recodo del camino, protegido de los vientos, para tomar los cacahuetes.
Repuestas las fuerzas, continuamos el camino y, en la parte más alta, el viento, lógicamente, era más fuerte. Pisamos nieves y vimos rastros de cuadrúpedos (¿zorros, lobos o perros?) solos, sin huellas de bípedos. Una vez arriba, sin llegar al puerto de La Acebeda, decidimos bajar por un camino que iba directamente al pueblo; conforme bajábamos, ya protegidos del viento, la sensación de frío era menor y decidimos comer en un robledal (por cierto, ya no queda ni un solo acebo), ya que mi propuesta de comer en un bar del pueblo no fue aceptada, protegidos por un pequeño muro de piedra. Durante la comida nos granizó suavemente. Después de la comida, sin sobremesa debido al frío que hacia, bajamos al pueblo. Vimos la iglesia de San Sebastián, de origen románico, según dicen, pues solo queda de ese origen la base de sillería, un contrafuerte bastante burdo; el ayuntamiento es moderno, había muchas casas nuevas, todas cerradas, y vimos pocos habitantes. El bar del que me informaron que posiblemente abría, estaba cerrado, así que no pudimos tomar café.