miércoles, 14 de septiembre de 2016

Tacha otro día

Albert Rivera es el más perjudicado si al final nos dejamos llevar a otra repetición de elecciones

Si hoy es martes, los políticos españoles estarán tachando un día más en su calendario particular. Ya queda menos para la nada. La designación del ex-ministro Soria para el Banco Mundial y la posterior rectificación del Gobierno han acabado con la posibilidad de acuerdo. 

Un ministro que dejó el Gobierno en funciones por el insoportable hedor de sus mentiras es elegido para desempeñar un cargo relevante en una institución fundamental. Pero además es designado minutos después de que el partido en el Gobierno se comprometiera con su socio de investidura a un decálogo anticorrupción escrito con humo y eco. Y por si fuera poco, en los dos días siguientes, el propio Gobierno quema a sus pocos representantes con alguna credibilidad obligándolos a soltar una retahíla de mentiras que van desde afirmar que la elección no es política hasta que poco menos que el tal Soria pasó una oposición durísima para hacerse con el bien remunerado cargo.

El error, que tuvo la cualidad de ser inoportuno y grotesco, desmontaba el pacto de investidura y volvía todas las miradas sobre Albert Rivera. El joven líder hipernegociador, capaz de llegar a un acuerdo hasta con la máquina expendedora de tabaco del bar de abajo de casa, no se merecía este dislate propinado por Rajoy. Le ha obligado a rebajar su exigencia de compromisos a los socialistas y a soportar otra ronda negociadora cargada de vetos, tontuna y malas intenciones. Con lo bien que se vivía colocando a Pedro Sánchez como doctor No, único culpable de que España siga sin Gobierno.

El desprecio a los españoles, intrínseco al nombramiento de Soria, puede quedar impune si los populares ganan por mayoría absoluta en Galicia y se convierten en relevantes en la formación de Gobierno en Euskadi. Así que a estas alturas, en la política española solo queda ir tachando días. Mientras tanto, rellenamos un sudoku bobo en el que nos tienen enfangados desde diciembre por la sencilla razón de que ningún líder se siente con suficiente fuerza para proponer algo que se salga de lo obvio y considerarse capaz de exponerlo a sus votantes para convencerles de que es oportuno y razonable.

Pero es también Albert Rivera el más perjudicado si al final nos dejamos llevar a otra repetición de elecciones. Perdió un tercio de sus diputados en la segunda vuelta y podría perder otra buena parte de los que le quedan en la tercera, porque el voto útil es así de villano. Aún disfruta de un margen escueto para demostrar que es capaz de negociar hasta con Podemos o liderar el estímulo conservador para prescindir de Rajoy y la guardia fiel de la corrupción institucionalizada.

DAVID TRUEBA    EL PAIS   13 SEP 2016 


jp

Tener ‘clase’ en un mundo de apariencias

   
  La City sigue siendo uno de los estamentos más clasistas de Reino Unido

Hay un terrible aforismo que explica mejor que ningún otro lo que supone abrirse camino en un mundo extremadamente competitivo: “Nunca tendrás una segunda oportunidad… de dar una primera impresión favorable”.
 Mucha de la gente que busca trabajo ha sentido la angustia de sentir que se juega el empleo de su vida, la carrera, su futuro, en una entrevista de 10 minutos. En tiempos de crisis, hay muchos demandantes para pocos empleos. Eso significa que una vez superada la criba del currículo, quedan todavía muchos aspirantes idóneos para un solo puesto. Si la criba se hace en la City de Londres para trabajar en un banco de inversión, lo determinante más allá del currículo, lo que puede decantar la decisión son cuestiones que tienen que ver más con la clase que con la formación o la experiencia. Así lo ha comprobado la Comisión de Movilidad Social, dependiente del Gobierno británico, que ha dedicado su último informe a analizar el grado de diversidad social en el sector de la banca y el de las ciencias de la vida.

La investigación constata que la City sigue siendo uno de los estamentos más clasistas de Reino Unido. El informe explica que el 82% de los niños estudia en una escuela pública, el 11% en una escuela estatal selectiva y solo el 7% en un colegio de pago. Pues bien, entre los contratados en 2014 por la banca de inversión de Londres, el 34% procedían de escuelas de pago y el 14% de escuelas estatales selectivas. Pero lo que más ha escandalizado del informe son los criterios informales de selección, en los que cuenta no solo el traje que lleva el aspirante, o el color de sus zapatos, sino cuán cómodo se le ve llevando ese traje. La mayoría de quienes realizan la selección no necesitan un olfato especial para cazar impostores. Su extracción social les habilita para aplicar los criterios, pues suelen ser hijos de banqueros acostumbrados a mirar por encima del hombro.

La igualdad de oportunidades y la meritocracia son bellos principios generales, pero el éxito en el mundo de las transacciones financieras requiere de ciertas “virtudes”, ciertos factores no declarados que acaban siendo determinantes.

 Se entiende que para trabajar en la City hay que tener clase, en la doble acepción del término: en el estilo y la forma de moverse, pero también en el origen y la posición social, pues se entiende que ambas van juntas.

En un mundo en el que la apariencia es cada vez más importante, la forma es el mensaje. En este caso, el mensaje es: una élite que trabaja para las élites. Eso no quita para que puedan llegar a la cúspide algunos grandes impostores procedentes de las clases medias, como tampoco impide que algunos de los grandes estafadores hayan sido elegantes encantadores de serpientes, al estilo de Bernard Madoff. En su obra El método Grönholm, el dramaturgo Jordi Galcerán muestra lo despiadado que puede llegar a ser un procedimiento de selección de personal cuando se pone a los aspirantes a competir entre sí hasta hacerles sacar toda la mezquindad de que son capaces. El informe de la City daría para otra excelente obra de teatro

 MILAGROS PÉREZ OLIVA  EL PAIS 13.SET.2016
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