No es el fin
del mundo aunque lo parezca: los mercados sufren importantes caídas, el precio
del petróleo se desploma, el oro sube (esto significa que la cosa está muy mal)
y el coronavirus se extiende. La única buena noticia es que las autoridades de Pekín han empezado a contener la
situación tras casi tres meses de lucha, pero el problema aún
no ha desaparecido. La visita del presidente Xi Jinping a Wuhan, donde comenzó
todo en diciembre, es más que simbólica en este momento de histeria planetaria.
La batalla a
corto plazo es frenar la expansión del coronavirus y generar tranquilidad; a medio, disponer de una vacuna,
un paso que aún exigirá meses de trabajo. Para no caer en bulos lo mejor es
informarse en la página de la Organización Mundial de la Salud (WHO
en inglés).
Italia es el
segundo país más afectado después de China. Ha copiado las medidas más extremas
adoptadas por Pekín, como la de cerrar ciudades y provincias en
el norte. El lunes las extendió a todo el país. Afecta a más de 60
millones de personas. Hay miedo a parecer que no se hace lo suficiente. Corea
del Sur, el cuarto más afectado tras Irán, ha impulsado el número de pruebas
para descubrir nuevos casos y que el aislamiento sea más selectivo. No descarten este tipo de medidas en España y
otros países de la UE. La fecha clave para Wall Street será el día que se
decida cerrar Nueva York. Si se supera ese día ya no le quedarán más excusas al
miedo.
Algunos
analistas comparan el desplome bursátil de las dos últimas semanas con la
crisis de 2008. Otros afirman que el impacto real se parecerá al crack de
1929 que derivó en la Gran Depresión. Sería el peor escenario
porque de aquella crisis surgió el nazismo. Se supone que
disponemos de mejores herramientas políticas y técnicas (como detener una
sesión en medio de un desplome) para evitar una repetición.
El problema es que durante los últimos 35
años se retiraron los mecanismos de control. Todos los
presidentes, desde Ronald Reagan a Donald Trump, incluidos los presidentes
demócratas Bill Clinton y Barack Obama, han trabajado en favor de los
mercados. Esta es
la consecuencia.
1. Un
Estado fuerte y eficaz es necesario. La
alternativa neoliberal mata. Recuerden que en las Bolsas
mundiales no solo están los inversores, sea cual sea su tamaño y perfil,
también están los fondos privados de pensiones. Es decir, de las pensiones que
fueron privatizadas por gobiernos que consideran que el mercado cuida de todos
nosotros.
2. Para la sanidad privada esto no es una crisis, sino una oportunidad de negocio.
Los test son gratuitos en EEUU (en teoría). La atención en urgencias cuesta
entre 1.400 y 3.000 dólares. El seguro privado se hace cargo del 20%. El
discurso de la llamada izquierda del Partido Demócrata (Bernie Sanders,
Elizabeth Warren y Alexandria Ocasio-Cortez) va a encontrar un aliado: la realidad. Es
necesaria una sanidad universal que garantice la seguridad médica de todos los
ciudadanos, y un sistema que proteja el salario de los que están de baja. Un paciente no es un cliente. La
salud debería estar por encima de la gula de las aseguradoras médicas, de los
hospitales y de los médicos sableadores.
3. En
cuanto aparece un problema grave, los liberales buscan la protección del Estado.
Su ideario funciona así: mis beneficios son privados (y sin apenas impuestos,
mejor); las pérdidas son de todos.
Sucedió en 2008. En España se produjo un rescate escandaloso de las cajas de
ahorro. No hay planes ni obligaciones legales para que devuelvan hasta el
último céntimo de los 42.017 millones que el Banco de España da por perdidos.
La alternativa podría ser Holanda, un país poco comunista: ING recibió 10.000
millones de euros en 2008 y devolvió añadidos los intereses, 12.500.
4. El PP de Pablo Casado acaba
de proponer al Gobierno un decálogo de acción centrado en liberar a las empresas de la presión
fiscal cuando el problema es una emergencia de salud. Ni una
palabra de la sanidad pública que llevan años tratando de destruir.
5. La clave será si esta crisis
sanitario-bursátil tendrá consecuencias en la economía real.
La china está funcionando al 50-60% de su capacidad, según sus propios datos.
Tendrá impacto en su PIB, que ya daba muestras de fragilidad. China es la
segunda economía mundial: si estornuda,
nos resfriamos todos. ¿Afectará la crisis a la reactivación de la
economía mundial o provocará una recesión? Sean
pesimistas, acertarán.
6. En
abril conoceremos los datos trimestrales de muchas empresas. No hay que ser
un lince para imaginar que las compañías aéreas, las de cruceros, hoteles,
reservas y otras relacionadas con el turismo tendrán resultados
catastróficos. Será el momento
estelar de los especuladores a la baja, que buscan invertir y vender en
plazos de horas o días en busca de ganancias exprés. Es un juego peligroso. Se llama
especulación.
7. La
comunicación en casos de emergencia debe estar en manos de expertos como el español Fernando Simón,
que informa con rigor y claridad. En una alarma sanitaria y social es
esencial transmitir credibilidad. Las medidas deben ser escalonadas, en función
de la amenaza real de cada momento, no de la histeria alimentada por medios de
comunicación y políticos irresponsables.
8. El
precio final de esta crisis saldrá
de los impuestos, no
de las aseguradoras privadas. Tienen la chistera de la letra pequeña: es
una catástrofe natural, como un terremoto.
9. Ya es
mala suerte, pero las grandes crisis internacionales aparecen cuando gobierna la izquierda en España.
La derecha tiene el calendario a favor, ganan las elecciones en el arranque de
las recuperaciones. Así pueden venderse como milagreros.
10. El Reino Unido ha abandonado la UE en el peor
momento, cuando es más necesaria la coordinación de los
esfuerzos. Tras casi cuatro años instalados en las fakes news,
al gobierno de Boris Johnson le va a costar aterrizar en la realidad. Por cierto, ¿dónde está la UE en esta
crisis?
11. EEUU
está en manos de Donald Trump,
un tipo ciclotímico acostumbrado a calificar de falso todo lo que no le gusta.
Si la gestión de la crisis fuese catastrófica podría afectar al resultado de
las elecciones del 3 de noviembre. Es la razón por la que ha colocado al frente
a su vicepresidente, Mike Pence,
para que se queme. Pero el impulso de Trump de hablar y tuitear a todas
horas le mantiene en el centro del escenario.
El paraíso del ultra-capitalismo liberal tiene graves deficiencias
estructurales que dificultarán la lucha contra el coronavirus. Es el precio de
años de desprestigio de lo público.
12. No
estamos en un escenario similar a la gripe española (que además no era española).
Mató en 1918-1920 a entre 40 y 100 millones de personas. Los países enfrentados
en la I Guerra Mundial optaron por mantener en secreto su gravedad para no
mostrar debilidad al enemigo. La medicina ha avanzado mucho. La parte mala es
que hoy, 100 años después, los
mercados de valores están interconectados. La histeria se contagia a
lomos de un clic.
13. Lo ocurrido demuestra que la globalización tiene los pies de barro. La primera revisión debería ser semántica, no hay una
globalización igual para todos, sino un derecho de pernada para los países y
empresas más poderosos. Los productos del Tercer Mundo no tienen acceso a los
mercados internacionales. Hay
libre circulación de capitales, pero no de personas. El Mediterráneo y
Grecia son la prueba.
14. Vamos a
descubrir las ventajas del
teletrabajo. Muchas empresas –sobre todo las periodísticas– no
necesitan grandes espacios para trabajar todos juntos. Se puede conseguir lo
mismo interconectados. El único problema es que los
gallos necesitan tener cerca a las gallinas para saber que son
gallos. Todo se supera.
15. Mucha
de la información que se mueve en las redes sociales no está contrastada.
Ese canal de distribución está infectado por la cultura de las fake
news, que es una forma de hacer política y periodismo. La diferencia con
las mentiras de toda la vida es que el mantra falso es aceptado por una parte
del público que dejó de creer en los hechos probados. Demandan mitos, necesitan profetas.
Hay una larga lista de personajes que entran en el prototipo, desde Trump a
Benjamin Netanyahu, pasando por Puigdemont, instalados todos en la misma deriva
supremacista.
16. El
pánico amainará en unos meses, los mercados volverán a los tiempos felices y la
música de fondo seguirá igual: los
negocios por encima de los derechos humanos y sociales, y de la
emergencia climática. Siempre nos quedará Bruce Springsteen y la
tradicional Pay Me My Money Down.
(págame por adelantado)
(Artículo de Ramón Lobo en Infolibre) 1 3.04.2020