Asistentes:
Chicho, Fernando, JL, JP, Juan, Miguel, MA y yo
Una vez llegados
todos a Rascafría, comenzamos la marcha subiendo pausadamente.
Transcurrido más de media hora recibimos una llamada telefónica de
JL quien nos comunica que Fernando ha sufrido un desvaído; nos
volvimos todos y allá estaba Fernando tirado en el suelo ya bastante
recuperado. JL y MA se ofrecieron a acompañarlo al pueblo y luego
comenzar la marcha en sentido contrario y encontrarnos en un tramo
para comer todos juntos.
El resto del grupo:
Chicho, JP, Juan, Miguel y yo continuamos la marcha por el robledal
inmenso y de una gran belleza, con muchos helechos a pesar de lo seco
que ha sido el verano; nos paramos a tomar los panchitos en lugar
conocido como “El carro del diablo”. Mientras lo tomábamos
comenzó a llover y nos refugiamos bajo unos pinos para protegernos
de la lluvia y equiparnos para no mojarnos.
(Pulsar en la foto para agrandar y ver al jabato. O mejor vais al fichero de Picasa con el pointer de abajo y ampliáis la foto todo lo que queráis)
. Continuamos el
camino y Miguel, Juan y yo vimos una piara de jabalíes que subían
en monte y atravesaba la pista para seguir subiendo: primero pasan
dos machos grandes, una hembra (por el tamaño), luego los jabatos de
mas de una camada, pues los había pequeños y muy pequeños,
cerrando la piara una hembra que suponemos que era una madre. En
total fueron alrededor de una docena y eran de un color casi negro.
Cerca del tramo
donde deberíamos encontramos vimos una cabaña de dos plantas y nos
acercamos: era un puesto de observación para la detección de
incendios y desde allá se disfrutaba de una vista maravillosa de
todo el valles del Lozoya. Estaba el vigilante con el que charlamos y
nos contó que carca había una cabaña de pastores hecha solo y
totalmente de piedra, incluida la cúpula: una vez dentro, yo, de
pié, no daba con la cabeza en el techo; además había otra cabaña
mas pequeña, majadas para el ganado todo a lo largo de un gran muro
de piedra. Desde allá se veía Claveles.
Telefoneamos a JL y
le indicamos donde estábamos para que disfrutaran del paisaje y
comiéramos todos juntos, y así hicimos. Una finalizada la comida,
con chocolate y su orujo, reanudamos la marcha todos juntos y en
lugar de seguir por la pista, como indica A.C., seguimos unos caminos
de bajada, bien señalizados, a través del robledal que nos llevaron
directamente a Rascafría, donde nos metimos en un bar a tomar café o
caña según la apetencia. Después nos despedimos hasta la próxima
semana.
Jerónimo Limón