Asistentes: JL, JP, MA, Miguel, Paco y yo
Aparcamos los coches y comenzamos la marcha por la pista donde quedaron los coches, que va paralela al arroyo de la Trocha; al llegar a la ladera de San Sebastián, abandonamos la pista para seguir una senda que al comienzo estaba casi perdida y luego se hacía mas ancha y bien transitable, convertida en un camino muy bien trazado: subiendo continuamente, sin perder altura, y con pendiente suave y casi uniforme. Así subíamos hasta que llegó la hora de los “cacahuetes” que tomamos en el mismo camino acompañado de un reserva de Somontano con el que nos sorprendió nuestro sumiller. Después del pequeño descanso continuamos subiendo hasta el puerto de Peña Quemada, dejando a nuestra derecha La Peñota y la propia Peña Quemada y a nuestra izquierda el cerro del Jabinar. La vista era maravillosa y en mismo puerto vimos una fuente que seguramente es el nacimiento del arroyo de la Trocha, en una explanada con bastantes regueros de agua. El tiempo estaba despejado pero frio y ya había algunas nubes que comenzaba a encapota el cielo.
Comenzamos la bajada por otro buen camino próximo al margen derecho del arroyo de la Trocha y buscamos un sitio soleado y llano donde comer. Encontramos un farallón de rocas, casi en el mismo puerto, desde el que se veía unas vistas maravillosas de todo el valle, pero hacia mucho viento y decidimos continuar bajando. Encontramos uno lo suficientemente bueno en pinar, sin vista, a la altura de Los Artiñuelos, donde dimos cuenta de nuestra comida. Después del ágape remojado del buen vino, siguió los consabidos chocolates, turrón, café y el ya conocido “petrolato”. La charla fue breve pues el cielo se había cubierto y la temperatura había bajado aun más, así que seguimos el camino hasta que divisamos a los coches. Abandonándolo por una senda para cruzar el arroyo de la Trocha y llagar al los coches, donde domos por concluidas la marcha.
Jerónimo Limon