jueves, 4 de octubre de 2018

La Dickinsonia, una visita a nuestros orígenes


Uno de los ejemplares de 'Dickinsonia' hallados en el Mar Blanco (Rusia)

Esta entidad biológica vivió y murió hace 560 millones de años. 

Hace 4.500 millones de años, cuando se formaron el sistema solar y la Tierra, será nuestro año cero.

Las primeras evidencias incontestables de vida provienen del año 900 millones, y hay candidatos del año 600 millones. Todo aquello eran bacterias y se pasaron la mitad de la historia del planeta adaptándose a las condiciones geológicas, y diversificándose hasta conquistar el último rincón del último ecosistema de la Tierra. También produjeron el oxígeno que respiramos. Pero su cuerpo –su organización en un ser multicelular, su dominio de las leyes de la simetría— nunca llegó a superar la complejidad de un microbio, un ser unicelular sin más aspiraciones que sobrevivir en un mundo difícil. Inteligencia bioquímica, pero pocas aspiraciones geométricas.

Para eso hubo que esperar hasta el año 2.500 millones, según las mejores estimaciones actuales. Solo entonces, tal vez por un incremento agudo del nivel de oxígeno (pero esto es una cuestión polémica), la evolución inventó la célula moderna, o célula eucariota, en la jerga, que se originó por una fusión de bacterias y arqueas en un solo autómata de propiedades prodigiosas.

Cada una de nuestras neuronas es una célula eucariota, como cada uno de nuestros hepatocitos (células del hígado) y nuestros linfocitos (defensas del cuerpo contra la infección y el cáncer). Sin esa invención del año 2.500 millones, no existiría ningún animal, ni por lo tanto nosotros, que somos los más animales de todos. Y, pese a todo esto, todavía hubo que esperar 1.500 millones de años (hasta el año 4.000 millones, en nuestro calendario o sea hace 500) para que aparecieran los primeros animales. Nuestros ancestros se hicieron esperar, verdaderamente. Tal vez su disparador fue otro incremento agudo del nivel de oxígeno (pero esto vuelve a ser una cuestión polémica).

La frase con que Darwin cerró El origen de las especies ha sido una inspiración para generaciones de evolucionistas, nos hace mirar la cuestión desde una perspectiva interesante y abarcadora. Siempre estuvo preocupado por la explosión cámbrica, que generó todas geometrías animales actuales en un pestañeo geológico de creatividad. Le habría fascinado también la fauna anterior de Ediacara, que parece proponer soluciones al problema esencial de la organización multicelular, y que seguramente no logró sobrevivir como estructura.

A aquella fauna pertenece nuestra nueva prima Dickinsonia, esa especie de rodaballo imposible, sin boca ni ano ni tubo digestivo. Algunos expertos creen que eran líquenes —simbiosis entre un hongo y un alga—, otros que se trataba de seres unicelulares gigantes, y otros animales marinos de aguas cálidas y poco profundas. Hasta ahora no se ha podido descartar ninguna de estas hipótesis basándose solo en la observación de la morfología de estos fósiles, que datan de hace entre 571 y 541 millones de años, lo que les ha convertido en uno de los mayores enigmas de la paleontología.

Los animales comparten las mismas características fundamentales: pueden moverse, se alimentan de otros organismos, son multicelulares, tienen tejidos especializados, sistema digestivo y sistema nervioso. Hay evidencias de que Dickinsonia podía moverse, pero el resto de características no están probadas. Por ejemplo no tenían ni boca ni ano, con lo que se ha especulado que se alimentaban a través de la piel, lo que reforzaría que fuesen seres unicelulares que llegaron a alcanzar dimensiones gigantescas en ausencia de depredadores.
En los animales, el colesterol forma parte de la membrana que recubre cada una de las células del cuerpo dándoles forma y controlando qué compuestos entran y cuáles quedan fuera. Casi con seguridad el colesterol tenía la misma función en Dickinsonia, que resalta que la presencia de esta molécula confirma que este “es el animal más antiguo que se conoce en el registro geológico”.

Hace 541 millones de años sucedió la explosión del Cámbrico, un estallido de nuevas formas de vida en el que aparecieron la mayoría de los grupos animales. Según el estudio, la fauna de Ediacara fue el “preludio” de esa explosión de vida.

Vídeo:https://youtu.be/7vSEizfL8IU?list=PLeEzCJHXClX1xoJcxjEeFJypqTNfxJT2r

JP