Nos hemos juntado para iniciar esta marchita seis aguerridos montañeros: Jero, Miguel Ángel, José Luis, Juan Ángel, Miguel y Paco (es decir, yo, el que suscribe). Hoy me ha tocado proponer y ser el “jefe” (ja, ja, ja,…) de la expedición. También dijo Jesús P. que vendría, pero se encontró con un accidente y un atasco en la M-30 y desistió de acercarse al punto de encuentro. Tampoco vino Chicho, que está por sus Galicias.
Una
vez que nos encontramos en el aparcamiento de “El Pico de la Miel” en la
localidad de La Cabrera, y como había predicciones de mucha lluvia a partir de
las once, tres de nosotros no habíamos traído comida para el almuerzo, pensando
ya en una salida gastronómica. Buscamos diferentes alternativas por si acaso la
lluvia nos sorprendía en medio del campo, pero iniciamos la marchita pensando
en todas las posibilidades (una de ellas seguir el track hasta el final y comer
en el campo). La verdad es que nos hizo un buen día, sin lluvia, algo nublado,
con ausencias y presencias del sol.
Comenzamos en la base sur del Pico de la Miel
rodeándolo por el este y subiendo hasta llegar a la base de la cara norte. Allí
tomamos los “panchitos” regados con un vino delicioso de la bota de Paco.
Miguel Ángel se había adelantado y no nos acompañó a la “panchitada”. Seguimos
por el espaldar de La Cabrera hasta llegar a las proximidades del Collado
Alfrecho. No subimos a él para disfrutar de sus vistas, pues ya estábamos
viendo otras maravillosas, ya que esta sierra tiene formaciones muy parecidas a
las de La Pedriza con sus rocas en apariencia inestables, sus increíbles formas
y, además, pudimos degustar del vuelo de una gran banda de buitres.
Hasta
ahora, vamos siguiendo el track y no tenemos lluvia. Nos vamos acercando hacia
el Collado del Medio Celemín y cuando estábamos cerca de él, torcimos a la
izquierda para rodear el otro extremo de la sierra y pasar a la cara sur y
encaminarnos hacia el monasterio donde hicimos la parada para almorzar. Es un
monasterio de monjes “identes”(¿). Y aquí llegó a triunfar nuestro espíritu de
solidaridad y todos compartimos los
alimentos con aquéllos que no los habían traído, haciendo un almuerzo
pantagruélico y siempre regado con un rico vino.
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Recorrido |
Seguimos
sin lluvia y empezamos el regreso hacia el aparcamiento. Miguel Ángel, que iba
en cabeza, nos metió por un “atajo” que tuvimos que sufrir pues “no hay atajo
sin trabajo”, como dice el refrán. Ya estábamos un poco cansados y nos
dispersamos un poco, pero al final, nos vimos todos en los coches. Aquí, nos
dijo Miguel que nos invitaba a alguna cosilla en un bar que está enfrente de la
gasolinera porque cumplió el día uno de diciembre 69 años. Luego nos confesamos
mientras bebíamos y resulta que Miguel Ángel tiene 68 años, Juan Ángel 70, Paco
71, José Luis 72 y Jero 77. Bueno, bastante jóvenes para soportar estas
pequeñas palizas.