jueves, 5 de diciembre de 2013

Los molinos del Cofio 4 diciembre 2013



Nunca sabe uno lo que va a pescar hasta que no se termina la votación de la excursión de los miércoles. Esta vez el pescador puso en el anzuelo unas marchas sin casi desnivel para seducir a los compañeros, pero fue un día de pocas capturas, y eso que se ofrecía el Lozoya y el Cofio. Entraron sólo Juan Ángel,  Jero,  JL,  Miguel, Pablo, Miguel Ángel y Chicho.
 
A las 11.15 h empezamos a andar en busca de los molinos desde la urbanización El Pimpollar. Ya habíamos hecho esta excursión en el 2011, más o menos por la misma fecha, así que nos acordábamos muy bien del recorrido, aunque la verdad, el río, al menos al ir, no permite muchos despistes. El día, muy soleado, y sin apenas frío,  nos hacía ir sin ropa de abrigo. El río bajaba con bastante agua, pero aún así, pudimos vadearlo en un par de ocasiones para no tener que atravesar la finca, que recuerdo, pasamos aquel año. Volvimos a observar los molinos, pero ya esta vez sin el aura de descubrimiento. Ya eran viejos conocidos, sólo se le hacía una visita de cortesía.

Los geocachs que en el 2011 buscaron y encontraron JGC y Chicho, uno casi debajo del viaducto del Recondo y el otro
ya cerca de donde el arroyo Valtraviés se une al arroyo de las Herreras y formar el Cofio, esta vez sólo fueron saludados al pasar.
 





La excursión discurre por una senda que deja a ambos lados  muchos prados, en donde se veían a las vacas y sus jóvenes promesas descansando. Comimos muy cerca de lo que en el mapa se denomina Prado de la Cabrera en donde, no se sabe muy bien por qué, crecía  una enorme y solitaria encina, y  dejando que el sol nos diera de pleno, y mirando de vez en cuando a la ladera que subía hacia lo alto de Las Hazas y un poco más lejos, ya sin verlo, hacia el pueblo de Navalespino. Esta zona, tan idílica hoy, fue en nuestra Guerra Civil un frente de batalla. A unos 500 metros de donde comimos, comienza una senda que documenta Domingo Pliego y que sube por el Laderón del Molino Nuevo hacia el Alto de La Mora en donde están los fortines, parapetos y pozos de tirador de aquella triste época.
 
Los pinares que acompañaban a la senda de vuelta por su izquierda estaban muy secos, contrastando con los prados cercanos al rio, en donde, ya llegando a los coches, una madre se paraba a dar de comer a su pequeña cría y Miguel le hacía una foto.


 Todos volvíamos despreocupados, ya que no había que concentrase para guardar fuerza por si acaso había alguna subida, incluso Juan Ángel no probaba fortuna buscando setas, era muy obvio que no las había.

Llegamos muy pronto a los coches, sólo fueron 12 km de una excursión para colegiales, vamos, cómo nosotros.


Chicho