Esta vez solamente 3 marchosos con puntualidad prusiana nos dimos cita en
la gasolinera a la entrada de Lozoya: José Luís , Miguel Sanguino y el que
subscribe.
La marcha ya se había hecho en abril de 2015, yo no la hice em aquel
momento y tenía ganas de hacerla. Sabíamos
que era un poco exigente, pero veníamos dispuestos a acometerla a pesar de la
lluvia anunciada. Como suele suceder, la lluvia no hizo acto de presencia, hubo
nubes que aliviaron en parte la marcha y algo de viento fresco en la parte
alta, con lo que la marcha se hizo llevadera respecto al calor.
Comenzamos ascendiendo por la ancha pista que es el camino a Navaredonda.
En este mes de Mayo y haciendo honor al refrán(florido y hermoso) estaba
el campo plagado de flores: retamas en flor, espliego, margaritas, manzanilla
etc y nos llamó la atención unos
florones rojos que alguno dijo que podían ser rododendros
También debe ser un mes propicio para
criar, porque vimos bastantes potrillos
y terneritos.
.
El camino no paraba de subir y un poco antes del collado que divide
Lozoya y Navaredonda, a 1300 m después de haber ascendido 200 m. y andado 5 Km,
coincidiendo con el abandono de la pista tomamos los panchitos, con unas
bonitas vista del embalse.
Hay que decir que a pesar de alguna nube, el cielo estaba nítido(no había
neblina) y se pudieron tomar buenas fotos. Hasta este punto de la marcha, los
árboles eran robles con hojas incipientes que comenzaban a dar otro aspecto más
verde al bosque.
Después de los panchitos
comenzamos la ascensión propiamente dicha, que era bastante dura, avanzábamos
por un camino entre robles que se alternaban con pinos y con flores de san José
por todas partes. El camino era muy bonito con hierba en el suelo y se veía muy
poco transitado.
Por fin cruzamos el arroyo Reajocil y un poco más adelante se llega a una
pequeña chorrera en el arroyo de Reajo Sastre, que casi no se ve, objeto de la
marcha, pero que no fue lo más interesante.
Continuamos ascendiendo por una ladera buscando el roquedo que es el punto
más alto de la excursión (1600 m.), por una senda todavía marcada, pero ya
invadida de retamas( se ve que nadie pasó por allí desde la excursión de 2015).
En el alto, con vistas de Peñalara y
otros picos todavía con nieve y el embalse en casi su totalidad, procedimos a
dar cuenta de la comida donde no faltó el Ferrero Roché (que trajo José Luis)
ni el café cortesía de Miguel ni chocolate casi sin grasa ni aguardiente.
A partir de aquí comenzamos a bajar por entre pinos, zarzas y otros
arbustos, siguiendo los pasos del 2015, con una pequeña subida al final que nos
llevó a la ancha pista de la senda de los Carreteros.
A medida que bajábamos iban ganando los robles a los pinos y también
observamos que aquí tenían las hojas mucho más desarrolladas que en la subida.
Una vez llegados al punto donde en 2015 cogieron el curso del arroyo de la
Mata, cómo vimos mucha maleza y poco camino, decidimos, con buen criterio,
seguir la senda de los Carreteros un rato más, hasta que en un punto nos
desviamos a la izquierda y después de una bajada limpia(sin zarzas ni retamas)
y atravesando una finca llegamos a una senda que nos condujo a la pista de
Navaredonda en el mismo punto en el que accedieron los de 2015 por otro camino.
Desde esa senda había unas vistas muy
buenas del pueblo casi en su totalidad, el embalse y las montañas.
De ahí a los coches solo había 800 m. y sobre las 16,30 regresamos a
Madrid.
La marcha ha tenido un desnivel de 620 metros, que no está nada mal, y un
recorrido 900 metros más que en 2015: 14,8 Km debido a seguir más tiempo por la
senda de los Carreteros.
Otra curiosidad del día es que no vimos absolutamente a nadie en todo el
camino, ni siquiera ganaderos, ciclistas ó ninis con perro.
Miguel Ángel Lázaro