En primer lugar desear el pronto restablecimiento de nuestro compañero Fernando, así como la recuperación de las molestias que aquejan a Manolo y Pablo para que de nuevos estén con nosotros lo antes posible.
Alrededor de
las once y media y con un día que se presentaba lluvioso y con brumas en el
horizonte, comenzamos nuestra andadura por una pista cementada, que concluye en
Hoyo de Pinares, y que se adentra en un paraje de montes graníticos, pinos
piñoneros, sabinas, encinas, retamas, jaras
y parcelas con viñedos, la mayoría por esta parte abandonados. El verde
intenso de los prados y matorrales regados por arroyos y arroyuelos dan a este
paisaje una gran belleza que nos permite hacer la marcha de una forma
distendida y sumamente agradable. Después de unos cuantos kilómetros por la
pista, nos desviamos hacia el camino bien señalizado de la Ruta de las Viñas,
que viene desde Hoyo de Pinares. En poco menos de un kilómetro accedimos a otro
camino también señalizado de la Ruta de la Necrópolis y a través de un sendero
a los restos de la ermita de Navaserrada y unos cientos de metros mas adelante a
la Necrópolis del mismo nombre, donde un poste indicativo nos informa que las
tumbas, una docena, son de origen visigodo del siglo octavo.
Los
panchitos, esta vez sin la bota por ausencia de Paco, nos los tomamos debajo de
un buen ejemplar de acebuche, rodeado de esparragueras con algún espárrago si
cortar. A partir de este punto decidimos
volver a los coches primero desandando la senda
hasta volver al camino señalizado y luego cogiendo diversos atajos que
pudimos tomar sin equivocarnos gracias a los gps de nuestros compañeros. Por
esta zona las viñas se veían mas cuidadas
y el monte estaba salpicado de decenas de construcciones de diferentes
estilos, formas y tamaños que cada cual se ha venido haciendo como le ha
parecido. Ya cerca de los coches se observa un pequeño arroyo que se desploma
de forma escalonada en una bonita
cascada.
Pusimos
rumbo a Cebreros donde teníamos reservada mesa en el restaurante Avenida,
situado en el centro del pueblo, a eso de las tres de la tarde. Ya sentados
Chicho (por eso del santo) nos invitó a un aperitivo mientras decidía cada uno
qué pedir. Tras una comida decente (primeros platos poco elaborados, pero
segundos magníficos) dimos un pequeño paseo hasta el museo de Adolfo Suárez
instalado en una antigua y bonita iglesia.
J.A
J.A
Enlace para las fotos: