Hoy hemos
venido sólo siete marchosos, pues hay cinco con lesiones o con compromisos
familiares. Somos JP, Pablo, Paco, Jero, José Luis, Chicho y Fernando.
El día en Madrid es de niebla. A partir de Colmenar es un día
luminoso, claro, nítido, espléndido. Al acercarnos a Manzanares nos aparece La
Pedriza como un muro altísimo que alguien lo ha construido para nuestro
deleite.
Ya en el
Collado de Quebrantaherraduras, hay dos autocares que han traído a los
escolares a La Pedriza, pero los han dejado en otro sitio diferente del que
vamos a hacer nosotros. Empezado el camino, vemos que, en sentido contrario,
baja un individuo con una cesta pero la lleva casi vacía, yo al menos le vi una
lepiota.
A la media
hora de empezar la marcha, nos adelantan cuatro individuos, todos vestidos de
negro, a los que luego denominamos “los curas” por una apariencia de cierta aurea misteriosa. Uno de ellos perdió
su móvil que Jero encontró y se lo devolvió. Por cierto que Jero lucido estaba pues también actuó de recoge-pelotas/gorras
pues a Paco se le olvidó la suya (como casi siempre, se parece a JP que suele
dejarse los guantes) sobre una roca y también la recogió y guardó, esperando
que se diera cuenta el muy bribón.
La noche ha
dejado en las umbrías una humedad que notamos y suaviza los sudores del
esfuerzo pues prácticamente hemos estado subiendo una hora y media y superado más
de 300 ms de desnivel. A unos 1.400 m de altitud nos paramos para tomar el
cacahuete y arrearnos unos latigazos de la bota que ahora la está cuidando
Pablo (muy bien, por cierto, como antes lo hizo JP), en lugar de Paco que como se
ve e tiene buenos alumnos en esta cuestión.
Resulta que el que hoy suscribe es el
último día del año que viene de excursión, ya que va a hacer un viaje a Cuba
para ver a su hijo, puesto que lleva dos años sin verlo y como parece que no
tiene intención de venir, ha habido que ir para allá.
La vista es absolutamente panorámica: se ve El
Tolmo, los collados de La Dehesilla, de La Ventana y el Cabrón, se aprecia todo
el circo de La Pedriza, Las Torres, Las Milaneras, Canto Cochino, el valle del
Manzanares, etc... ¡Maravilloso!
Seguimos
caminando y, ya en el Cancho del Porrón, a unos 1.640 m nos establecemos para
hacer al almuerzo correspondiente. Como son las dos de la tarde, cada uno se
lanza a la exploración del entorno por su cuenta, hasta la hora del bocata que
hoy la hemos fijado a las dos y media. Fernando ha traído unas empanadas
riquísimas (¿qué es lo que está malo en la sierra?) y el que suscribe se he
zampado dos.
Para el
regreso, en lugar de seguir el trayecto de AC lo modificamos, y nos vamos hacia
Canto Cochino sin llegar a él, hasta que llegamos a una pista que nos lleva
otra vez a la fuente donde empezaba el cortafuego. En fin, día maravilloso, con
espléndidas vistas, nada de frío, ni viento ni lluvia y un aire puro. ¿Qué más
podemos pedir, a pesar de la situación esclerótica de España?
Como ya
sabemos que Fernando baja lento, nos estuvimos turnando para esperarlo y en
este último turno se nos hizo e noche. Pero era una noche agradable sin viento
ni frío, cuando ya nos acercábamos a Quebrantaherraduras era noche total pero
íbamos iluminados por una luna en cuarto creciente parecida a la de los tebeos
y Venus al lado, en un cielo totalmente limpio. Vimos a unos jóvenes de ambos
sexos que estaban disfrutando de la noche y algo más.
Paco, 6 de noviembre de 2013.
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