jueves, 7 de noviembre de 2013

Paseo por La Sierra de los Porrones




            Hoy hemos venido sólo siete marchosos, pues hay cinco con lesiones o con compromisos familiares. Somos JP, Pablo, Paco, Jero, José Luis, Chicho y Fernando.
El día en Madrid es de niebla. A partir de Colmenar es un día luminoso, claro, nítido, espléndido. Al acercarnos a Manzanares nos aparece La Pedriza como un muro altísimo que alguien lo ha construido para nuestro deleite.
            Ya en el Collado de Quebrantaherraduras, hay dos autocares que han traído a los escolares a La Pedriza, pero los han dejado en otro sitio diferente del que vamos a hacer nosotros. Empezado el camino, vemos que, en sentido contrario, baja un individuo con una cesta pero la lleva casi vacía, yo al menos le vi una lepiota.
            A la media hora de empezar la marcha, nos adelantan cuatro individuos, todos vestidos de negro, a los que luego denominamos “los curas” por una apariencia de  cierta aurea misteriosa. Uno de ellos perdió su móvil que Jero encontró y se lo devolvió. Por cierto que Jero  lucido estaba pues también actuó de recoge-pelotas/gorras pues a Paco se le olvidó la suya (como casi siempre, se parece a JP que suele dejarse los guantes) sobre una roca y también la recogió y guardó, esperando que se diera cuenta el muy bribón.

              Cruzamos la pista por donde siempre, en la zona hay  una fuente pero no paramos pues solo llevamos 40 minutos. A partir de aquí empezamos a ascender por un cortafuegos muy empinado, que después suaviza al entrar en el bosque por un sendero que transcurre deliciosamente por zonas rodeadas de brezo y alfombradas de gayuba. A medida que subíamos íbamos descubriendo diferentes vistas de La Pedriza en su conjunto con lo que nos hacemos una idea más exacta de su forma y de sus dimensiones. Sobre Las Torres aparecen unas nubes agarradas a ellas haciendo formas espectaculares, bellas, como si un pintor se hubiera tomado la molestia de hacernos un cuadro para nosotros.





            La noche ha dejado en las umbrías una humedad que notamos y suaviza los sudores del esfuerzo pues prácticamente hemos estado subiendo una hora y media y superado más de 300 ms de desnivel. A unos 1.400 m de altitud nos paramos para tomar el cacahuete y arrearnos unos latigazos de la bota que ahora la está cuidando Pablo (muy bien, por cierto, como antes lo hizo JP), en lugar de Paco que como se ve e tiene buenos alumnos en esta cuestión.
Resulta que el que hoy suscribe es el último día del año que viene de excursión, ya que va a hacer un viaje a Cuba para ver a su hijo, puesto que lleva dos años sin verlo y como parece que no tiene intención de venir, ha habido que ir para allá.
 La vista es absolutamente panorámica: se ve El Tolmo, los collados de La Dehesilla, de La Ventana y el Cabrón, se aprecia todo el circo de La Pedriza, Las Torres, Las Milaneras, Canto Cochino, el valle del Manzanares, etc... ¡Maravilloso!
            Seguimos caminando y, ya en el Cancho del Porrón, a unos 1.640 m nos establecemos para hacer al almuerzo correspondiente. Como son las dos de la tarde, cada uno se lanza a la exploración del entorno por su cuenta, hasta la hora del bocata que hoy la hemos fijado a las dos y media. Fernando ha traído unas empanadas riquísimas (¿qué es lo que está malo en la sierra?) y el que suscribe se he zampado dos.
            Para el regreso, en lugar de seguir el trayecto de AC lo modificamos, y nos vamos hacia Canto Cochino sin llegar a él, hasta que llegamos a una pista que nos lleva otra vez a la fuente donde empezaba el cortafuego. En fin, día maravilloso, con espléndidas vistas, nada de frío, ni viento ni lluvia y un aire puro. ¿Qué más podemos pedir, a pesar de la situación esclerótica de España?
            Como ya sabemos que Fernando baja lento, nos estuvimos turnando para esperarlo y en este último turno se nos hizo e noche. Pero era una noche agradable sin viento ni frío, cuando ya nos acercábamos a Quebrantaherraduras era noche total pero íbamos iluminados por una luna en cuarto creciente parecida a la de los tebeos y Venus al lado, en un cielo totalmente limpio. Vimos a unos jóvenes de ambos sexos que estaban disfrutando de la noche y algo más.