viernes, 24 de octubre de 2014

LA CASITA DEL RENEGADO 22 DE OCTUBRE DE 2014























Habíamos quedado los Marchosos (Fernando, Jero, Chicho, JL, Paco, Juan Ángel, MA y Miguel)  a las 11 h. en el Euroforum Felipe II de El Escorial para comenzar la excursión  y se produjo un malentendido algo tonto: mientras unos esperábamos a un lado del edificio, los otros lo hacían al lado contrario. Resuelto el malentendido gracias a la telefonía móvil, subimos un tramo de carretera con los coches, aparcamos, nos pusimos las botas y empezamos la ascensión en una zona muy bonita con gran mezcla de árboles: arces, robles, pinos, chopos, algunos de los cuales ya tenían colores de otoño.
Poco a poco, nos fuimos dando cuenta de que aquello iba a ser muy duro para Fernando que se había ido retrasando. Paco, que se había quedado con él para acompañarle, le convenció, con muy buen criterio, de que lo mejor era que se volviese cuando todavía estaba a tiempo, y así lo hizo.
Continuamos el camino que subía y subía sin parar, pero que para unos Marchosos no supuso ninguna dificultad. Paramos más adelante a tomar los panchitos y beber algo de la bota de Paco, llena de nuestro vino, y vimos a un loco de esos que corren por la montaña que bajaba con un enorme boletus en la mano. Eso fue la perdición de dos del grupo, Paco y JA, que seducidos por aquella visión, se internaron, al reanudar la marcha, por un riachuelo que se apartaba del camino mientras los demás seguíamos.
Llegamos a la pradera de la fuente, donde nos detuvimos a beber y a decidir si seguíamos la ruta de AC o el track que llevaban los geperos y que pasaba por Abantos. Decidimos lo segundo y llegamos a la cumbre, desde la que se divisaba un panorama espectacular de El Escorial, y mucho más allá (Juan Ángel ya se había incorporado al grupo, pero de Paco ni rastro)

Nos recreamos con la vista y, tras algunas vacilaciones sobre el camino correcto, comenzamos la bajada hacia la casita del Renegado que encontramos y nos llamó mucho la atención (léase crónica de AC)

Buscamos un sitio para comer y al cabo de un buen rato, apareció Paco que se había enrollado (él es así) en Abantos con un fotógrafo con dos perros que le contó sus  aventuras en el Tíbet y le indicó como bajar hasta donde estábamos. Volvimos a recrearnos  con la vista que desde allí también era espectacular,


y bajamos ya sin más incidencias hacia los coches. Unos se fueron a Madrid y otros nos quedamos tomando un café, en animada charla, en un bareto de El Escorial. 
Y así hasta la próxima.

Miguel