Nos
hemos podido reunir cinco esforzados senderistas del grupo, pues hay
algunas bajas por diferentes motivos. Los cinco: CHI, JL, MAL, JAR,
y PAC, este último es el que suscribe y hoy jefe teórico.
Nos
hace un día extraordinario para caminar. Hemos quedado en la plaza
del ayuntamiento de Valdemanco donde hay dos bares a los que daremos
un repaso por la tarde, después de terminar la marchita. Uno de los
coches lo hemos dejado en una cuesta debajo de una higuera que
sobresale de un pequeño patio de donde sale una señora mayor, casi
anciana, y nos da ánimos para que lo pasemos bien en el monte.
Iniciamos
la subida por la calle del lado izquierdo del ayuntamiento y en un
pispás llegamos a un depósito de agua donde ya empezamos a
quitarnos ropa. Nos quedamos en camisa de manga corta unos, y otros
en manga larga. Cogemos la cañada real segoviana para ascender al
puerto y en el camino nos encontramos con un señor del pueblo que ha
sacado a pasear a dos perros que andan por allí correteando. Sin
ningún problema y siguiendo la cañada llegamos al puerto del Medio Celemín y, nada más pasarlo, tomamos un caminito que sale a la
derecha, abandonando la cañada que va a Buitrago y al valle del
Lozoya. A los pocos metros, vemos un pinar a nuestra derecha y se nos
pasó por la cabeza entrar para ver si había alguna setita, pero
enseguida lo olvidamos pues todavía no ha llovido lo suficiente.
Ya
se divisan el Cancho Gordo y el Collado Alfrecho y hacia allí
dirigimos nuestros pasos al mismo tiempo que nos recreamos en la
visión de las rocas cercanas, sus formas, sus diversas estructuras a
cual más bonita: no tienen nada que envidiar a las de La Pedriza.
El
sendero es ancho y está franqueado por jaras tanto pringosas como
no, que van dejando su característico olor a campo. La ascensión no
nos resulta difícil pues el camino está muy bien marcado. Ya cerca
del collado divisamos una macrolepiota que abandonamos a su suerte
por ser la única del entorno.
Paramos
en el collado a tomar los panchitos,
entre buitres y farallones y
Paco, hoy erigido en jefe de excursión, nos ha sorprendido trayendo
un vino Somontano roble en bota que está para caerse de culo.
Disfrutamos del vino todos menos uno (JAR no bebe vino) y cuando
terminamos, acordamos subir al Cancho Gordo que no lo hemos hecho
nunca. Menos mal que hay un caminito que nos guía. Paco se retrasa
porque le cuesta subir y, al final, el único que logra llegar a la
cumbre es JAR; los demás se quedan en una praderita en la base de la
cima y Paco se queda a media altura dando vueltas entre grietas y
rocas fantasmagóricas.
Por fin, bajamos todos al collado donde ya
está esperándonos MAL y emprendemos el duro descendimiento que nos
espera. Las rocas del suelo están muy inclinadas y con arenilla, lo
cual hace difícil que las botas se agarren. Desniveles con
escalones, surcos con mucha pendiente y un largo etcétera vamos
esquivando como podemos. Se nos ha quedado atrás CHI,que le gusta
tomarse estas cosas con paciencia. A Paco le empieza a doler el
trocánter lo que hace que su marcha sea más lenta.
Con
todo, llegamos a las inmediaciones del convento de S. Antonio, del
siglo XI, y descansamos en unos bancos que parece que nos los han
puesto a nosotros. Desde aquí tenemos una visión extraordinaria del
final (o del principio) de la sierra de La Cabrera. Después de
reunirnos los cinco, comenzamos a subir (¡otra vez!) hasta el
convento por una pista asfaltada. Allí, al lado de una fuente,
tomamos el almuerzo. Son las tres de la tarde.
Iniciamos
el regreso por el GR-10 y todos, menos Paco, que está renqueando de
la pierna derecha, toman un pequeño atajo que sube a las
estribaciones de la sierra y desde allí llegan a Valdemanco sin
pisar la carretera. Paco sigue por el GR-10 que sí le lleva a la
carretera y aquí le recogen en coche MAL y JL que lo suben al pueblo
y así se evita la última subida a pie por carretera.
Bonita
excursión, pero mala bajada.
¡Hasta
la próxima!