El invierno nos está
haciendo cambiar los planes para escapar lo mejor posible de las
inclemencias que se predicen para los miércoles. La semana pasada fueron las propuestas que nos proponían entre otras opciones,
“resbalar” por las Guarramillas, pero fuimos más conservadores y
nos acercamos en su lugar a la Dehesa de Moncalvillo. Este miércoles
se pronosticaba : 90 % de posibilidad de lluvia. El leader semanal
de la manada es gallego, y cómo “lluvia” le hace pensar en un
comienzo sin final, les sugirió que podríamos hacer una
“gastronómica”. Se ofrecía La Jarosa comida en Guadarrama,
Pedriza comida en Manzares el Real y Puerto de Canencia con bajada a
Miraflores. Está última fue la opción elegida, así que a las
11.15 h, Jero, JP, Miguel, Miguel Angel, José Luis, Manolo, Paco y
el qué escribe, nos reunimos allí para volver a realizar la
excursión 090-El Abedular de Canencia de AC, que ya habíamos hecho
en octubre del 2009.
El puerto de Canencia nos
sorprendió al llegar, ya que había hielo en el aparcamiento cercano a la Fuente de la Raja, así que no pudimos dejar los coches en el
sitio habitual. El forestal que comienza allí, estaba completamente
nevado y nos predecía una excursión preciosa, como así fue. Ver
los pinares con nieve resulta muy reconfortante, caminar por ellos
hasta llegar al Sestil del Maillo y desde allí girar y subir por su
orilla derecha, viéndolo bajar con brío, hasta que alcanzamos la cascada
de Mojonavalle, fue una delicia. No siempre se puede disfrutar de un
espectáculo semejante.
Tuvimos suerte, además no llovió. Se ve que
“90 % de posibilidades de lluvia”, no cuenta toda la historia, en
Castilla eso puede suponer que a lo “peor” puede llover un rato,
que diferente de los recuerdos que el escribe tiene de lo que ocurre
en su tierra.
La excursión, fue muy
parecida a la que habíamos hecho ya en el 2009, sólo que esta vez
al no estar los abedules con hoja, preferimos en vez de acompañar al
río hasta el puente de la Pasada, caminando por el abedular, subir ,
cómo ya queda dicho, para disfrutar de los hielos de la cascada.
Al final nos tomamos los
bocadillos en Miraflores bajo techado y disfrutamos además de la
compañía de Fernando que se había acercado a comer con nosotros. Ya cuando nos ibamos apareció este regalo:
Chicho