sábado, 25 de septiembre de 2010

I Concurso literario del grupo Los Marchosos. Tema: Los sellos de Correos. Mayo de 2006

Resultado de las votaciones:

Primero.   Café y sellos. Una buena inversión. Autor: JP. 32 puntos.

Segundo.   La carta. Autor: Paco. Y Recuerdo húmedo. Autor: Pablo. Ambos con 29 puntos.

Tercero.   El último de Filipinas. Autor: JL. Y La colección de sellos. Autor: Manolo. Ambos con 28 puntos

Los 10 relatos participantes:

1   ¿Qué... sé...yo?

Tenía 15 años… Hasta hoy y desde muy pequeño había soñado con el uniforme y la  maravillosa bici amarilla de su padre, el mejor y más simpático cartero de Azius, un gran paraíso en el centro de la pequeña Eporue!

Cuántas veces había soñado con lo que acababa por fin de hacerse realidad: hoy, sábado, le tocaba a él ¡Qué alegría! ¡Y qué afán de hacerlo bien…y rápidamente!

¡Había que verlo con su uniforme azul! Un verdadero Koblet, ¡el elegante ídolo de sus abuelos! Subiendo las cuestas era el Pirata Pantani,... bajando el más fresco Amstrong…  y en los llanos un  pletórico  Indurain!

Total, un fenómeno de la bici - un verdadero, uno de la NO-EPO - CA  -... que a partir de hoy iba, sábado tras sábado, a repartir correo a toda velocidad, ¡batiendo record  casi a cada salida!  Salía por cualquier tiempo a  ganar una contrareloj, su contrareloj

¿Para qué? ¿Qué sé…yo? ...Pero, ¡un día todo acabó…brutalmente!

AP REUTER "El director general de Correos ha tenido que dimitir tras reconocer públicamente que los hermosos… SELLOS…que se regalaban cada año a los más meritorios de los cien mil funcionarios postales ¡no tenían ningún valor alguno!"

Autor: Saltamontes (Cris)

2    La carta

                 Y sin embargo no paraba de mirarla. Tampoco quería acercarse mucho a ella por si le daba la tentación de abrirla. Pero él deseaba hacerlo, aunque detestaba leer su contenido.

                 Carlos se había hecho unos análisis y unas pruebas clínicas y el resultado estaba allí, dentro de esa carta. Lo que en ella viniera escrito podría cambiar el curso de su vida. Un miedo terrible le invadió cuando dio un paso hacia ella. Se frenó en seco y notó cómo el sudor afloraba por su frente y por sus manos: ¿qué futuro le esperaba?

                 Su mujer, Adela, llegaría por la tarde a casa y Carlos rechazaba la posibilidad de que ella pudiera leerla, así es que, pronto, tenía que decidirse. Transcurrieron unos minutos en que la duda se sobreponía a cualquier otra actividad; por fin, en un arranque de valor, recorrió los escasos metros que le separaban de aquel rectángulo blanco de papel, desgarró el sobre y extendió las hojas que venían plegadas en su interior.

                 No se lo podía creer. Cuando se enteraran todos: su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo…: el mundo se le venía encima. Cogió un vaso, lo llenó de agua y vació una caja de comprimidos dentro. Acariciando el cristal y sintiendo el frío del mismo empezó a recordar aquella noche loca con aquella espectacular negrita en la que gozó de una forma sublime hasta el máximo que le permitieron sus sentidos.

                 Al llegar Adela a casa, encontró el cadáver de su marido deshilachado en el suelo de la cocina y un sobre rasgado. Pero no Carlos ni Adela se habían fijado en el sello: representaba un esqueleto con su guadaña, riéndose sarcásticamente.

Autor: Juan Durán (Paco)

3   Recuerdo húmedo

Vi la luz allá por el año 1955 y en aquellos tiempos a un gran porcentaje de los de mi especie y que nacíamos en este país llamado España nos vestían con el tatuaje de una cara mas bien redondita con fino bigote, calvo y con un rictus autoritario.

A mi me hubiera gustado que me hubieran tatuado una figura femenina y vestida de valenciana pero la vida es así y no podemos elegir ni cuando nacemos ni de que nos van a vestir nuestros progenitores al principio de nuestros días. No obstante tuve suerte con el color  de mi tatuaje, marrón oscuro, ya que había a algunos congéneres que se lo ponían de color violeta oscuro, como los hábitos de San Benito,  y parecían penitentes perennes.

Mi primer hogar fue un estanco de la calle Alcalá 40, en un local del edificio en el que se ubicaban las oficinas de la Secretaria Nacional del Movimiento y casi esquina al Banco de España. Todas las mañanas venían a mi hogar de acogida una gran cantidad de personas, hombres con traje azul oscuro y botones dorados con galones en las bocamangas, jóvenes muchachas que trabajaban de secretarias en las oficinas de los alrededores, algunos hombres y mujeres con camisa azul y correajes que desempeñaban sus funciones en las oficinas del edificio y algún que otro paisano que había salido a darse una vuelta por la Gran Vía y a tomar el aperitivo en Chicote.

Un día de Mayo de 1956 un hombre de esos con traje azul oscuro, botones dorados y galones en la bocamanga me recogió en el estanco y me llevo al tercer piso de las oficinas del edificio oficial.
Ese día fue el mas feliz de mi vida y todavía no se por que. Uno de esos hombres con camisa azul, correajes negros y gran panza que parecían los amos de personas y bienes y decidían sobre el bien y el mal me cogió casi con cariño me dio la vuelta y con gran voluptuosidad paso su lengua por mi parte trasera y luego suavemente me coloco encima de un sobre blanco con una dirección.

No se si las noticias serían buenas o malas lo único que recuerdo es que después de un corto viaje y de que alguien me hubiera estampado una marca en toda la cara, el sobre en que viajaba fue abierto por otro hombre con traje azul marino, botones dorados y con muchos galones en las bocamanga. Extrajo las noticias del interior del sobre y este se lo metió en el bolsillo.

Este hombre me llevo en el sobre a su casa y allí lo metió en un recipiente con agua templada. Al cabo de unos minutos me separo del sobre en el que había realizado mi primer y único viaje y me introdujo entre las hojas de un pesado libro. Posteriormente cuando ya estaba completamente seco me cogió con unas pinzas y me guardo con sumo cuidado en un sobre junto con otros colegas.

Mis experiencias posteriores hasta el momento actual no tienen mayor relevancia. Ahora vivo en una casa de esas que llaman loft, dentro de una suntuosa carpeta de cubiertas marrones y envuelto en papel de celofán sin saber lo que el futuro me deparara. De vez en cuando el hijo del hombre que me separo del sobre blanco, me mira extasiado aunque no se si por mi valor numismático o por el tatuaje que le trae viejos recuerdos.

Autor: CHINCHETA (Pablo)

 4 La colección de sellos

Mi abuelo era un gran aficionado a los sellos de correos. Tanto nuevos como usados.

Algunos días, cuando iba a su casa, me decía: “Ven”, cogía el álbum de la estantería, y se sentaba a la mesa del despacho a enseñármelo. Dedicaba horas a colocar los sellos en el álbum y me explicaba cómo había que hacerlo. Decía: “Hay que pegar los estuches negros en las hojas, secando las rebabas de humedad que se producen en los bordes, y mirar los ejemplares con la lupa para asegurarse de que no tienen defecto alguno antes de colocarlos con las pinzas dentro de los filoestuches”.

Otros días sacaba de su armario una caja de zapatos repleta de sellos usados; sellos que, decía él, habían viajado desde sitios remotos a caballo de una carta; metía unos cuantos en la pileta llena de agua del cuarto de baño para despegarlos del papel de la carta, y los ponía, una vez separados del papel, sobre hojas de periódico para que éstas absorbieran la humedad; luego, cuando estaban ya secos, los dejaba unos días entre las hojas de una enciclopedia para, según decía, que se plancharan; después los guardaba en unas carpetas que tenían unas tiras de celofán a modo de estuches.

A mí me encantaba observarlo y aprender a manipular los sellos. Era, decía mi abuelo, como tratar a una mujer. Con suavidad, dedicación y amor. Y también con mucha paciencia.

Uno de aquellos días me miró, dejó en la mesa las pinzas y el sello que se disponía a colocar en su lugar en el álbum, y dijo, solemnemente: “La colección de sellos será tuya cuando yo muera”.

Me pareció una enorme responsabilidad. Pero me aficioné a los sellos yo también, considerando que, a la vez que pasatiempo, era un acto de cultura y, por añadidura, una verdadera inversión. Así que empecé mi propia colección con los sellos repetidos que me daba el abuelo.

Murió, inesperadamente, aunque ya mayor, sin dejar nada dicho en su testamento y, cuando se hicieron las partes, a mi tía Dolores le tocó el lote que incluía la colección de sellos. Yo no dije nada. Pero cuando ella se la llevó, faltaban los sellos más valiosos.

Autor: Carbonero (Manolo)


5  Café y sellos. Una buena inversión

 Al escuchar la noticia que estaban dando en la radio me quedé por un instante paralizada. No la entendía muy bien pero intuí que el alcance que podía tener en mi vida iba a ser grande y no dudé que se me estaba dando una bofetada con la mano de alguien que ya no estaba conmigo, pero con el que había compartido casi toda mi vida.
 Me vinieron a la mente en un momento todos los recuerdos que desde hacía cinco años había ido borrando. Faltaba mi marido desde entonces, al que había conocido siendo casi una niña, con el que formé una familia con dos hijos estupendos, llevando al principio una vida normal y en una situación desahogada. El tenía una gran afición filatélica, que le llevaba a pasar gran parte de su tiempo libre dedicado a su colección de sellos. Se encerraba en su despacho con una buena jarra de café  y así pasaba muchas horas. Si me acercaba allí con cualquier excusa no contestaba ensimismado mirando con la lupa, o bien me echaba con palabras despectivas, era su territorio. 
 Tenía su grupo de amigos con los que compartía afición y muchas veces acudía a reuniones y congresos. Había invertido todos nuestros ahorros en colecciones que decía estaban reportándole muy buenas ganancias, mucho mejores que las de nuestros amigos o por lo menos así me lo hacía saber a menudo.
 Conforme aumentaba su dedicación yo veía que se alejaba de mí, dejaron de interesarle mis asuntos, hasta yo misma y mis hijos. Empezó mostrando irritación constante por cualquier discrepancia, y pasó a resolverlas amenazándome o  levantándome la mano; pero lo peor de todo es que fui llegando a una situación depresiva que me hizo dejar de ver a mis amigas y evitar relacionarme, porque tenía la certeza que era sabido por toda la ciudad que me maltrataba.
 La única cercanía la mostraba en los encuentros sexuales, que se me empezaron a hacer agobiantes y traumáticos, no los soportaba pues  en ellos se mostraba cruel y egoísta. Empecé a ser consciente de que  iba camino de ser una más de las mujeres que todo los días eran noticia en la prensa. Pero tomé una decisión para cambiar el rumbo de las cosas y enfrentarme a la situación luchando por salir de ella.
 A partir de entonces decidí cambiar y mostrarme generosa, callar y darle la sensación de que asumía mi papel de acuerdo a lo que el deseaba. Le trataba sin poner nunca mala cara, adulaba su colección y no replicaba sus desmanes, le preparaba la cafetera con la que se encerraba en sus colecciones. Así estuvimos varios años en los que tuvo dos infartos, para finalmente no soportar un tercero.
 Al hacerme cargo de sus inversiones, tuve la grata sorpresa de que los depósitos en sellos que tenía alcanzaban una cantidad que me permitirían tener resuelta mi vida, pues efectivamente habían estado dando una alta rentabilidad todos esos años, por lo que tuve hasta ahora una situación bastante  desahogada.

Autor: Mendoza Colt (JP)

6 La joya de la filatelia española

Pedro contempla los objetos que están en la mesa de un chalet de lujo de los alrededores de Madrid, unos sellos, un sobre lacrado y abierto y una factura. Pedro es el heredero de una saga de coleccionistas y comerciantes filatélicos a los cuales les importaba sobre todo la belleza o rareza de un sello más que su valor dinerario. Aún recuerda cuando su padre le entregó el sobre lacrado  y le explico la historia de la joya de la filatelia española, la pareja vertical de 1851 con un 2 reales sobre un 6 reales ambos en azul, que en los catálogos del 2000 alcanza una cotización superior a los 100.000 euros, y eso en usado pensó con algo de ironía. El sello fue ofrecido en 1899 por un tal Mifsut en Madrid a varios comerciantes en forma de un bloque de 18 sellos de 2 reales azul. Finalmente lo compro Antonio Vives y lo troceó hasta que casualmente le quedó en la mano la pareja y descubrió que un sello era de 2 reales. Pedro no puede imaginar el valor del bloque, si no hubiese sido troceado como se tenía por costumbre en aquellos años. La pareja pasó de mano en mano hasta que se subastó en Paris por un tal Ferrari y luego por la conocida firma Harmers de Londres en 1935 y fue adquirido por el rey de Rumania. Se pierde la traza hasta que sin que Juan supiera como ni en donde, fue adquirido según constaba en la factura que tenía delante de sus ojos por un millón de pesetas en 1960 quedando desde entonces en manos de su familia. Su antepasado lo depositó en el sobre lacrado que tenía en su mesa y así había permanecido en su caja de seguridad durante años. En 2004 apareció una noticia en el PAIS sin que se sepa su origen indicando que dicho sello había desaparecido, noticia que había ignorado, hasta que hace unos días Pedro había decidido subastar dicho sello para poder pagar unas deudas de juego. Su sorpresa fue mayúscula al ver que el contenido del sobre era una pareja vertical azul pero ambos sellos eran de 6 reales y que por tanto solo podía alcanzar una cotización de 3.000 euros. 

Juan contempla los objetos que están en la mesa de una casa humilde del centro de Madrid, unos sellos, un sobre lacrado y abierto y un contrato con la empresa FILINVEST S. A. con una relación valorada de sellos. Juan recuerda como su padre le explicó, dándole el sobre lacrado, que FILINVEST se diferenciaba de otras empresas similares en que los sellos en que invertía no eran modernos sino sellos clásicos. También le explicó que él era uno de los pocos que había solicitado tener los sellos en su poder y no dejarlos en poder de la compañía inversora. Juan releyó la lista valorada de sellos parándose unos momentos en el bloque de 4 del 6 cuartos negro de 1851 y en la pareja vertical del 6 reales azul de 1851, esta ultima valorada en 20.000 pesetas en la fecha del contrato. Juan recuerda como hace una semana coincidiendo con la noticia del PAIS  de la intervención de Hacienda a FILINVEST,  vino a su memoria el sobre lacrado tantos años había tenido guardado en el cajón junto a otros papeles antiguos y sin valor, de su sorpresa al abrirlo y de cómo tuvo que acudir a la Comisión de expertos de Madrid que le había garantizado que la pareja era la “joya de la corona”.

Antonio recuerda como su abuelo le había hecho participe de cómo en secreto y queriendo vengarse de su empresa, había cambiado en el sobre del mas insignificante inversor una pareja de sellos por otra en que uno era de 2 reales. Lo que no sabremos nunca es como pudo la tan  citada joya de la corona pudo llegar  a las manos del antepasado de Antonio.

Autor: Senderista Iluminado (Agustín)

7 El último de Filipinas

Eran tan pobres que lo único que les sobraban eran las letras, por eso se decían “probes”, quizás como reminiscencia de aquella charla consoladora con el párroco que les llamó probos y ellos entendieron que el cura se  equivocó y en realidad quería decir “probes”.

Tenían un desván lleno de polvo y unas cartas de su único hijo Isidro, que se fue de polizón a Filipinas y al llegar les escribió diciendo que todo iba bien pero que no había futuro y que se alistaba como voluntario para la guerra de Cuba.

Desde Cuba les mandó otra carta, fechada el 15 de Mayo de 1897, diciendo que se fugaba con una maciza mulata a Brasil.

La última carta la recibieron el 15 de Mayo de 1898, en ella que se entendía que la mulata lo iba consumiendo poco a poco, en largas noches de placer; por lo que perdieron toda esperanza de volverlo a ver.

Vendieron la casa y se fueron a una residencia de ancianos a morir; pero antes le regalaron al párroco el cofre con las cartas; para que quedara constancia en los archivos parroquiales que Isidro, hijo del pueblo, había defendido el honor de España en Cuba y Filipinas.

El cura rápidamente se fue con las cartas a Afinsa.
No había duda los sellos de las cartas eran ejemplares únicos y valían 1 millón de € cada uno.

El párroco colgó la sotana y con los 3.000.000 €  en el bolsillo de su nuevo traje, se embarcó para Brasil en pos del rastro de Isidro y de su mulata

Autor: Boticario (JL)  
8  El sello de Felipe II

Iba un GPS algo perdido y desorientado por el camino desde el puerto de Malagón hacia Cuelgamuros. Tenia un día de vida, era la primera vez que lo alimentaban y tenia que aprender todo aún.

Asustado grito: -Socorro ¿donde estoy?

-De repente oyó la señal de ocho satélites que le dijeron, con un intervalo de 1 milisegundo: -“latitud X, longitud Y, altura Z”.

El pobre se quedo asustado al ver la capacidad de repuesta del mundo donde empezaba a vivir.
Guardo los datos en su memoria, una y otra vez y de ello dedujo que se movía a 4,321 Km/h.

También sintió la sensación extraña de que iba acompañado, pues percibió una señal que le decía:
-Yo soy un GPS experto en marchas, tu debes ser nuevo porque es la primera vez que siento tu presencia”.
-Hola, en efecto, acabo de nacer y no se nada del mundo.

-Yo sin embargo soy un experto, tengo en mi memoria los mapas de toda la UE, los de la sierra de Madrid me los conozco palmo a palmo,-le dijo el otro.

-¿Y eso es importante? le pregunto el nuevo.
-No, pero es mi trabajo; también oigo las conversaciones de humanos que a veces son muy divertidas.
-Ah y ¿puedes darme un ejemplo? le dijo el nuevo.
- Precisamente en este momento vamos con grupo que va a buscar el sello del Rey Felipe II. Dicen que lo escondió hace 450 años, en algún lugar entre el Escorial y Cuelgamunos. Hasta la fecha no ha sido encontrado y debe tener un valor incalculable. 
-¿Y que harán si lo encuentran?

-Por la gran experiencia que tengo creo, que si lo encuentran, se pelearan entre ellos por quedarse con el sello, y dejaran de ser amigos y de salir de marcha los miércoles.

-Pues casi prefiero que no lo encuentren,- dijo el joven.

-Cállate le replicó el viejo, que los GPS no debemos tener preferencias ni sentimientos.

Autor: Treparriscos (JL)  
9  Los sellos

Paquito se levantó de la cama y pensó: ¡Otra vez al colegio! Pero aquel día iba a ser especial. La clase de Matemáticas se interrumpió y se presentó el “Padre Juan” que venía de una misión que tenía la Orden en África. El padre Juan les explicó que ellos, aunque sólo tuviesen 12 años, podían hacer mucho por la conversión de los paganos. Se trataba de dar donativos en un sobre, y además podían incluir sellos usados.
Lo de los donativos le sonaba de otras veces y para otras causas, pero lo de los sellos..... Esto era completamente nuevo para él. ¿Cómo podrían convertir a los negritos (parece que también valía para los chinitos) con sellos?  ¿Se los darían cuando se bautizasen? ¿Y para que querrían ellos los sellos? Porque además eran usados y no valían nada.
Esto le produjo a Paquito una profunda inquietud y se propuso averiguar aquel misterio. En el colegio sacó poco en claro. Sus compañeros pasaban de esas “chorradas”. El profesor de religión, con el que algo de confianza, cuando le preguntó le salió con evasivas y le sugirió que era mejor que metiese en el sobre sólo dinero.
En casa, su padre, le dio una pista:

Los querrán para venderlos y sacar dinero

¡Ah!, ¿pero hay gente que compra sellos usados? ¿Y para que los quieren?

Los ponen en álbumes y los miran con una lupa y luego cuando han pasado muchos años esos sellos valen más y los venden a otros y sacan mucho dinero. Se llaman filatélicos.

A Paquito se le iluminaron los ojos. Si había gente que compraba sellos el sería el que se los vendiese. Había encontrado el objetivo de su vida.

50 años después D. Francisco Fernández era el propietario de una empresa de inversión muy lucrativa. Ofrecía a sus clientes “sellos” que como todo el mundo sabe “valen más cuanto más tiempo se tienen” y nunca pierden su valor a no ser que se “estropeen” por lo que su empresa además se encargaba de “guardarlos” con lo que sus clientes además se ahorraban el “mirarlos con lupa”, eso sí, les mandaba unas bonitas fotos para que supiesen lo que tenían y lo que valían. A veces se admiraba de lo bien que le iba el negocio, pero ya se sabe en el mundo hay “listos” y “tontos”.

Autor: Paquito (JG)

10  Miércoles


  Se dirigían, como todos los miércoles, al punto de encuentro con los otros coches para el comienzo de la excursión. En el coche comentaron con alivio que no habían invertido nada en  las sociedades que traficaban con sellos y  cuyo escándalo, aparecido en la TV el día anterior, había alejado las  conversaciones,  al menos momentáneamente, de aquel dichoso “Estatut”. Siempre opinaban y se definían sobre  temas importantes,  pero algunos ya preferían que se hablara de otra cosa. Los sellos, posiblemente,  sustituirían aquella mañana a los artículos de opinión, que a menudo solían comentar entre todos después de comer. Pero no, los sellos se escapaban. El grupo había sido provocado con una nueva petición de aceptación de un nuevo “marchoso”, incluso el hecho de que esta vez fuera una mujer, no pareció rebajar el número de opiniones disidentes. Todos querían defender su postura. Parecía extraño que no fuera fácil llegar a un acuerdo en este tema. En definitiva, a casi todos les gustaba ser vistos como personas “progres”; pero temas aparentemente tan inofensivos como este, levantaban pasiones dormidas y encontradas. “¿Grupo abierto, grupo cerrado?”. “No, esa no era la cuestión…” El grupo se relajó después de llegar a la aceptación de que, al menos por ahora, ya no habría más nuevos senderistas. Alguien sacó una cuestión menos polémica: “¿Por qué no hacíamos un concurso de relato corto?”. Bueno, esta vez el tema era mucho más querido; algunos de los componentes ya habían escrito cartas a los periódicos y se las habían publicado, incluso uno escribía relatos y participaba en un grupo literario, así que esta vez todo el mundo estuvo de acuerdo con la idea. Alguien se ofreció a redactar las bases y a definir el tema sobre el que se escribiría. Finalmente, nos pusimos de nuevo en  marcha y nos dirigimos a donde habíamos dejado por la mañana los coches.

  Ya por la noche, en casa, recibí las bases y el tema del  concurso: los sellos. Ahora tendría que empezar a pensar en un relato que tenía que ser escrito en “verdana 12” y además resultar interesante. Tenía tiempo. Además, no había que preocuparse demasiado, ganarían ellos, escribían tan bien….

Autor: Senderista (Chicho)

jueves, 23 de septiembre de 2010

Pinar de Cabezas de Hierro


Es curioso que tardáramos tantos años en hacer esta marcha tan bonita, sin duda el día ayudó mucho, pero debemos agradecerle a Fernando que la hubiera puesto a nuestra disposición para ser elegida como "Próxima excursión".  La farándula, con "Águila Roja" entre los pinos, también ayudará a recordarla. Se me olvidaba,fueron 15 km.




Ver descripción de la marcha : AC-RT055-Pinar de Cabezas de Hierro

Saludos

Chicho 22 septiembre 2010

EL CLUB DE LOS MARCHOSOS

Encontré este relato en un cajón del ordenador. Lo copio aquí para recordar viejos tiempos.

EL CLUB DE LOS MARCHOSOS

La Guardia Civil detuvo el pasado miércoles a un grupo de nueve hombres, todos prejubilados o jubilados, y a un perro en la sierra madrileña, en las inmediaciones de Peñalacabra (1.834 metros de altitud). Desde hace meses, la Benemérita, en estrecho contacto con la Policía Nacional, estaba tras la pista de este peligroso grupo que se hace llamar a sí mismo “el club de los marchosos”. En el momento de la detención, que tuvo lugar sin resistencia alguna, las nueve personas y el perro estaban comiendo en una pradera muy cerca del ya mencionado cerro. Compartían toda clase de alimentos y uno de los miembros del club repartía café con leche cuando se acercaron los guardias. No llevaban armas de fuego. Lo único que resultó sospechoso fue un libro de viajes de Egipto y algunos recortes de prensa poniendo a parir al Gobierno. Los agentes se incautaron de los teléfonos móviles, de las navajas suizas y de los bastones que usaban para apoyarse al caminar ya que sus puntas afiladas podrían haber sido usadas como armas mortales. Tras ser esposados se les hizo subir a un helicóptero sin más explicaciones. El perro tuvo que ser sedado pues empezó a ladrar, inquieto, en el momento de colocar las esposas a su dueño.

Fueron conducidos a la Dirección General de Seguridad; se les pasó a una amplia sala donde debían esperar junto a otro grupo de personas sospechosas. Era una sala rectangular de unos cuarenta metros cuadrados. En el centro había una mesa, también rectangular, y seis sillas. Junto a las paredes, seis butacas. Los retratos del Rey y del presidente del Gobierno colgaban de la pared situada al norte. El perro había despertado y estaba tendido junto a su dueño. Dos policías de uniforme permanecían de pie junto a la puerta de la sala.  Los miembros del club se miraban sin entender lo que estaba ocurriendo y preguntaron a las personas del otro grupo, también prejubilados, sin obtener ninguna aclaración. Paco se dirigió a los policías y les pidió una explicación; los demás dirigieron la mirada hacia los funcionarios esperando una respuesta que no llegaba. Al cabo de unos minutos, uno de los guardias dijo que estuvieran tranquilos que enseguida vendría la autoridad competente. JG acariciaba a Darky para que estuviera quieto. Pablo tuvo que pedir algo de comer y los demás permanecieron en silencio.

Al cabo, entró una persona sin uniforme y se sentó a la mesa. Fue nombrando a cada uno para confirmar sus datos personales y preguntó si alguien quería hacer una llamada a su familia. Todos llamaron tratando de minimizar su desasosiego pero sin poder explicar la situación. Más tarde, les  hicieron salir de uno en uno para ser interrogados en una pequeña habitación. JS pidió la presencia de un abogado y se le dijo que lo tendría, pero que ahora solo tenía que contestar a unas preguntas de rutina y que debía colaborar. A medida que eran interrogados les fueron pasando a otra sala donde, sobre una mesa, había dos termos, uno con café y otro con leche, y tazas, cucharillas y un azucarero. Preocupados,  intercambiaron la información sobre las preguntas que les habían hecho.
—¿Ha estado alguna vez en Iraq?
—¿Conoce el paradero de las armas de destrucción masiva?
—¿Sabe qué le ha pasado a Sadam Husein después de su captura?
—¿Tiene alguna cuenta bancaria en Suiza?
Las respuestas fueron negativas, excepto Cris que afirmó tener una cuenta en un banco suizo, donde le ingresan la pensión.
Acabado el interrogatorio, fueron puestos en libertad bajo palabra de no abandonar el país hasta nuevo aviso.

Al día siguiente, JP llevó en su coche a JG, a Manolo y a Paco hasta el puerto de La Puebla para que recogieran sus coches. Durante el recorrido un automóvil de color blanco los siguió. La policía sigue interrogando a grupos de prejubilados de izquierdas y a destacadas personalidades del mundo de la cultura.

Madrid, 12 de febrero de 2004
Manuel Navarro Seva       

lunes, 20 de septiembre de 2010

AMIGOS

ROSA MONTERO EL PAIS SEMANAL - 19-09-2010

Llevo meses intentando escribir un artículo sobre la amistad y siempre me detiene el miedo de no estar a la altura. De que mis palabras no logren merecerse a mis amigos. Las loas a la amistad son un lugar común demasiado común: todo el mundo se calienta la boca hablando de ello (yo también lo he hecho). “Lo más importante en la vida son los amigos”, gorjean alegremente los concursantes más descerebrados de los reality shows o las contertulias más malvadas de la telebasura. Amigos y amistad son hermosas palabras que el uso y el abuso han desgastado.
Lo de la amistad es como el amor. Todo el mundo cree saber de ello, todos nos consideramos grandes conocedores del asunto, expertos en los sentimientos y en la pasión, cuando, en realidad, son dos materias complejas e infinitas, profundos rincones del ser que uno sólo empieza a entender cuando madura. De jóvenes, de muy jóvenes, amigos y amores te llegan fácilmente, son una lluvia cálida y revuelta, confusa, ligera, amontonada. De joven, de muy joven, en realidad no escoges, aunque lo creas. Te haces amigo y te enamoras de lo primero que pasa. Porque necesitas querer. Somos así, y esa necesidad es conmovedora.

Y luego vas viviendo y te vas haciendo. Con suerte, y con esfuerzo, es posible que empieces a conocerte un poco. Y también vas encontrando a tu gente, a esas personas que se convertirán en tu mundo, en tu territorio. La única patria que reconozco son mis amigos. Es una patria exigente. La amistad requiere atención, entrega, riego constante. Hay que invertir muchas horas en cultivarla. Ahora que soy mayor, sé con toda certidumbre que es el mejor destino que puedes dar a tu tiempo. Es una de las cosas que he aprendido.

Digan lo que digan los animosos partidarios del optimismo vital, envejecer es algo bastante desagradable. Envejecer es perder; pierdes a la gente querida que se muere; pierdes capacidades físicas y, sobre todo, pierdes futuro: con lo hermosa que es la vida, cada vez se te queda más chica por delante. Pero con los años también ganas un par de cosas muy valiosas: sin duda experiencia, y si te lo trabajas, sabiduría, que es la suma del conocimiento intelectual y de la madurez emocional. Pero, sobre todo, ganas ese pasado común con los amigos. Crecer con los amigos, envejecer con ellos, ir trenzando a la espalda, con esos testigos de tu vida, años y años de una biografía compartida, es algo absolutamente maravilloso. Con los años, con los muchos años (yo tengo amigos activos desde hace tres décadas), las amistades se profundizan y agigantan. Alcanzan un nivel de emoción y de veracidad indescriptible.

Porque, con los años, las amistades se prueban de verdad. El tiempo puede herir; hay momentos en los que el tiempo se vuelve salvaje, y muerde y desgarra como una bestia furiosa. Y en esos tránsitos penosos de tu vida, en la angustia, en los problemas, en la desolación y la incertidumbre, los verdaderos amigos acuden a tu rescate. Con tal generosidad, con tal facilidad afectuosa, que realizan auténticas proezas como si en realidad no les costara nada (la última proeza sobrehumana que han hecho mis amigos por mí ha sido ayudarme en un traslado de domicilio y montarme la casa, prácticamente ellos solos, en cinco días). Los amigos te salvan literalmente la vida y lo hacen sin esperar nada, sin alardear de nada, por el puro placer de dar. Modestamente grandiosos.

A veces he jugado a imaginar cuáles serían mis últimos pensamientos antes de morir. Cómo sería el balance de mi existencia. Durante muchos años he supuesto que esas memorias ardientes y finales estarían compuestas por recuerdos de mis amores más apasionados, de la infancia y la familia, quizá de algunos momentos de mi escritura. Pero ahora sé que en ese recuento final brillarán como islas de luz algunos momentos mágicos con mis amigos. Esos regalos de cariño que me han dado, tan inmensos que siento que es imposible merecerlos. Eso también es la verdadera amistad: la sensación de estar felizmente en deuda con los otros. Por todo eso que ya hemos vivido, y por todo lo que todavía viviremos, gracias. Muchas gracias.


Para hacer una reflexión con algunos de mis amigos

Jesus (JP)