El día 10 de febrero nos reunimos
en el embalse de la Jarosa MA, Paco, Jero, Chicho, JL, JS y Miguel. El día se presentaba
bastante feo. El cielo, muy nublado, amenazaba lluvia y hacía mucho viento,
pero como la temperatura era muy agradable y el grupo es muy marchoso,
iniciamos la marcha por la carretera que bordea el embalse que en estas fechas
estaba muy bajo.
Tras unos kilómetros por el asfalto se inició una discusión sobre
si la marcha del 2008 o la del 2013, si subíamos por un sendero o por el
siguiente, que si el track o la track, etc. Como somos de consensos, en seguida
llegamos a un pacto que a todos les pareció bien y tiramos por el segundo
sendero a la derecha aunque luego más adelante giraba bruscamente a la
izquierda.
Siempre amenazando lluvia y con viento fuerte, caminamos entre pinos (nos llamó mucho la atención la cantidad de nidos de procesionaria que tenían los árboles) y llegados a un punto, algunos decidimos
seguir por una senda bastante escarpada que corría paralela al arroyo y otros
siguieron por el camino forestal que parecía más cómodo para la lumbalgia de
JL.
Nos encontramos más arriba y allí, en un recodo del camino, tomamos los
panchitos y el vino de Paco que estaba muy bueno. Creo que en este momento
comenzó a manifestarse su obsesión por fotografiar piedras (grandes) que ya no le abandonó en toda la marcha y que llegó a preocuparnos un poco.
Encontramos a un numeroso grupo de
excursionistas, todos hombres menos ¡¡una mujer!! Y resultó que Paco conocía a
uno de ellos y se entretuvieron hablando bastante rato.
Llegados al punto más alto,
encontramos un sitio entre rocas muy apropiado para comer. Nos cayeron algunas gotas, pero no llegó a
llover y pudimos disfrutar de la comida y de una vista muy bonita con el Yelmo a lo lejos.
Como nos quedábamos fríos no nos
detuvimos mucho en la sobremesa y de nuevo al bajar, nos dividimos en dos; unos
por la pista y otros por senderos.
En la bajada vimos bastantes
hileras de procesionaria y también nos volvió a llamar la atención la gran
cantidad de muérdago que tenían los pinos. Quizá por eso hay tantos árboles que
se mueren.
Llegamos por fin al embalse donde
había algunos pescadores y después a los coches donde los primeros que llegaron
llevaban por lo menos media hora esperando. Unos se fueron a Madrid y dos nos
fuimos a Guadarrama a tomar un café.
Miguel