Nos hemos juntado para hacer este recorrido diez “aguerridos” montañeros: Jero, José Luis, Miguel Ángel, Fernando, Chicho, Miguel, JP, Juan Ángel y el que suscribe, Paco (el de la bota). Hoy nos acompaña JP pues es el último miércoles de mes y por eso viene (está haciendo un curso de Historia del Arte). Según nos aproximamos por la autovía A-1, vemos que la sierra de La Cabrera está envuelta en una niebla densa mientras que el resto de la sierra visible aparece clara, aunque el día está nublado. Pensamos en cambiar de excursión si fuese necesario pero no hubo lugar.
Nada más iniciar la caminata por una pista forestal vimos
bajar a dos individuos cargados con sendas cestas de níscalos. Las llevaban
hasta arriba con colmo y todo.
En el aparcamiento nos han caído unas gotas de agua y nos
mosqueamos porque a lo mejor se ponía a llover aunque el servicio meteorológico
contratado por Paco para hoy no daba
lluvia a lo largo del día (como el tema de los sobornos sabemos que es muy
eficaz en España, ya Paco se ha encargado de darle un jamón a los del Servicio
Meteorológico para que tengamos un buen día, dentro de lo que cabe).
Llegamos a una barrera que impide el paso de coches y allí mismo había dos vehículos parados que sospechamos que eran de la gente que va a por setas (¡y creíamos que estábamos solos en el espaldar!). Continuamos en ligero ascenso nuestra caminata por un extenso pinar y ya empezamos a ver níscalos. Yo no voy a coger hoy ninguno, al menos este es mi propósito, a pesar de que están a simple vista y es una tentación muy grande no cortar algunos ejemplares vistosos. Atravesamos varias bajadas de agua que van todas al arroyo Jóbalo o al Lozoya directamente. Las formaciones rocosas son impresionantes y además van formando figuras curiosas (sombreros, ventanas, mesas). Otras rocas son pedruscos de varios cientos de toneladas que parecen sustentarse en muy poca base: dan ganas de empujarlas un poquito para que se caigan. Al cabo de una hora hemos llegado a la gran curva a la izquierda que debemos tomar para iniciar ya un ascenso más fuerte hacia la cuerda de la sierra, donde detrás de ella, nos espera impaciente el pico de La Miel, al que, según parece, sólo voy a subir yo, el que suscribe, el Paco. Un poquito más arriba de la curva nos tomamos “el panchito” (por llamar de alguna manera al aperitivo), que regamos con un vino de Rioja crianza del 2011. Desde aquí divisamos el Mondalindo (tapado por las nubes), el talud y la vía férrea de un tren que creo va hacia Ávila, y varios pueblos y sierras colindantes, amén de la autovía. Da gusto tener esta vista respirando aire puro (bueno, casi) y los colores del otoño.
En lo más alto del camino, lo abandonamos y cogemos otro que va hacia la derecha para llegar a cruzar con otro que lo seguimos a nuestra izquierda. Este ya nos lleva a un colladito desde donde podemos ver el pico deseado de La Miel. Nos dirigimos hacia él por un senderito marcado con pintura amarilla y blanca y después de pasar por varias formaciones rocosas a cual más pintoresca, arribamos a la base del pico. Para mi sorpresa, Jero ya está en todo lo alto, es decir, en el hito geodésico y nos animamos a subir cinco más: JP, Miguel Ángel(que se quejaba que estaba flojo), Juan Ángel, Miguel y yo. Se nota que estos seis son los “aguerridos” montañeros. Los otros cuatro son unos “cagados” que se han quedado en la base.
Bajamos los seis y nos ponemos a comer. Al finalizar, empezó
a soplar un viento frío que nos hizo recoger rápidamente y ponernos en marcha
para iniciar el regreso. Buscamos las máquinas achicharradas que describe AC y
ya no están,
así es que nos fiamos de la intuición del líder del día, Paco (y de los GPSs, claro, je,je) y damos con el camino de vuelta, aunque no pasamos por el depósito del agua de Cabeza Mala como indica la excursión.
Aquí ya empieza la dispersión, por un lado, JP se lo monta a su manera y no lo vemos hasta la llegada a los coches; por otro, Jero y Miguel toman otro camino que al final los lleva a una gasolinera de la autovía, teniendo que regresar, dando una vuelta, hasta donde los esperamos en los coches.
Las máquinas achicharadas en el 2011
así es que nos fiamos de la intuición del líder del día, Paco (y de los GPSs, claro, je,je) y damos con el camino de vuelta, aunque no pasamos por el depósito del agua de Cabeza Mala como indica la excursión.
Aquí ya empieza la dispersión, por un lado, JP se lo monta a su manera y no lo vemos hasta la llegada a los coches; por otro, Jero y Miguel toman otro camino que al final los lleva a una gasolinera de la autovía, teniendo que regresar, dando una vuelta, hasta donde los esperamos en los coches.
Yo, al final, he cogido níscalos, no he podido resistir la
tentación. Perdonad mi poca coherencia, pero uno se va haciendo mayor.
Nos paramos todos en La Cabrera para tomar algo invitados por
Miguel Ángel que ha resultado ser abuelo por segunda vez, de una niña: Delia,
se llama. JP aprovechó la oportunidad para explicarnos cómo hace los níscalos
con patatas y ante la expectación suscitada ha quedado en mandárnosla por
e-mail a todos. Esperamos que cumpla su palabra. Y así terminó esta espléndida
jornada. ¡Hasta la próxima!
Paco
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