viernes, 23 de septiembre de 2011

RT328-Siete Picos-Vuelta por Camino Schmid - 21 septiembre 2011

 
Llegamos Manolo, Paco y yo al aparcamiento del Puerto de Navacerrada donde ya nos estaban esperando JG con nuestro guía canino Neska, JL, Chicho, Jero y JP. Llegamos un poco más tarde porque nos había pillado un atasco en el túnel de la M-30 que creíamos que nos iba a retrasar  nuestra llegada al punto de encuentro, pero se despejó una vez que pasamos la desviación a la universitaria.
Iniciamos nuestro ascenso por el camino que sale enfrente del aparcamiento. Cruzamos la carretera hacia Venta Arias, y dejándola a mano izquierda, subimos por el camino asfaltado que también  es el acceso a la residencia militar del ejército del aire.
Una vez que se acaba el asfalto y bordeando los remontes del Telégrafo tomamos el camino de la izquierda de los dos que salen una vez que dejamos atrás los remontes. Vamos por un ascenso suave durante 2,5 km. hasta que llegamos a la pradera de Siete Picos donde hay que encarar un fuerte repecho de aproximadamente un kilómetro que hay que subir zigzagueando siguiendo los hitos que han ido dejando previamente otros senderistas para no perderse entre los pinos.
Una vez que llegamos al primer pico nos detenemos para tomar nuestros cacahuetes y darle unos cuantos tientos a la bota que hoy traía vino de ribera. Llegamos con las piernas  doloridas ya que el último tramo ha sido un poco rompe huesos.
Una vez disfrutado de este pequeño descanso y de los frutos secos con el apoyo de la bota seguimos por la cuerda de los Siete Picos. Durante este recorrido se nos despistan varias veces nuestros compañeros buscadores de tesoros JG y Chicho.
Llegamos al Collado Ventoso donde nos sentamos a esperar a los buscadores de tesoros y de paso a preparar los platos para la comida. Tenemos enfrente a una parejita que seguro que habían buscado un lugar solitario y retirado para solazarse entre la naturaleza durante la siesta  y se han encontrado con ocho pares de ojos que aunque sean de vista cansada no por eso dejan de ser buenos observadores. Una vez que llegan los rezagados iniciamos el banquete entre ensaladas, quesos, filetes empanados, todos ellos regados con buen vino de ribera,  y de postres frutas y chocolates. Se echa de menos las galletas de chocolate Príncipe pero esta vez el suministrador nos ha fallado.
A las 3.45h, una vez reposada la comida entre siestas y charlas políticamente correctas, nos dirigimos al punto de inicio por el camino Schmidt. La bajada es suave y agradable aunque las moscas están un poco pesadas, será por la época. Dos kilómetros antes de llegar a nuestro destino se inicia un pequeño repecho que como de costumbre, a estas alturas de la marcha, fatigan a más de uno.
Otra etapa más en nuestro currículo de marchosos.
Pablo

martes, 20 de septiembre de 2011

Excursion a la cascada de El Purgatorio del 14.9.2011


La escogió Paco animado por el arranque de la temporada que habíamos tenido la semana anterior. Aunque nos había informado que no vendría hasta Octubre parece que pudo más la nostalgia. Se propuso aprovechar el que había sufrido reformas El Monasterio muy significativas para hacer una visita a la vuelta. Así que planificamos llegar  sobre las 17hs para poder hacerla.

Al juntarnos todos en el parking del monasterio ya nos dimos cuenta que sería un día caluroso, pero pensamos que  el hecho de ir por el arroyo de El Aguilón la mayor parte del recorrido  nos lo haría más soportable, como así fue. El recorrido es dirigido por unos indicadores hacia los caminos forestales que bordean por la izquierda el arroyo hasta que llegado a un punto (donde tomamos los panchitos y le dimos los primeros achuchones a la bota del  rioja que nos trajo Pablo) hay que virar hacia el arroyo y se coge su orilla derecha para no dejarla ya hasta la cascada. Este tramo es el más ameno puesto que la vegetación es exuberante lleno de arces y sauces además de los consabidos pinos, y el arroyo por aquí se comporta como tal. Llevaba más agua de la que cabría esperar para el verano tan seco que hemos tenido.

Una vez alcanzada la cascada estuvimos disfrutando de ella un buen rato metiéndonos en sus entrañas hasta donde dejaba y algo más, haciendo fotitos y finalmente nos pusimos a comer a la fresquita. En el calor de la tarde nos dispusimos a regresar y algunos nos empeñamos en volver por el arroyo todo el tiempo hasta el puente, en vez de hacer caso a las señales. Este sera el camino mas recomendable por ser mucho mas interesante y fresquito para otras veces.

Por el camino habíamos dejado a JS que no iba a realizar toda la marcha y se quedó en Las Presillas esa zona de recreo en la que se bañan y toman el sol tan placentera cerca del puente de El Perdón. Allí comió JS y nos encontramos sobre las 16,15 hs.  Nos tomamos  unos refrescos gozosamente durante un rato y nos fuimos a hacer la visita del monasterio.

Lo primero que vimos es que ahora había que pagar y estaban allí tres monjes controlando. Uno de ellos, el regordete conocido ya por alguna otra visita nos acompañó y nos daba las explicaciones. Nos lo pasamos muy bien puesto que se comportaba igual que lo hacían los frailes que nos han educado,  que no les gustaban las preguntas y constantemente nos echaba en cara que no prestábamos atención suficiente. Como digo todo bastante kitsch y muy divertido como en aquellos tiempos…

La descripción de la visita la voy a casi copiar de una que hay en la web que será mejor para todos y más barato:
Orígenes- Por orden de Enrique II de Castilla las obras de construcción del cenobio cartujano dieron comienzo en 1390 y se prolongaron durante varios siglos. Fue la primera fundación de la orden de San Bruno en Castilla. La ubicación fue elegida por el monarca y, según cuenta la tradición, decidió que el monasterio fuese de la orden cartuja debido a que, durante la guerra en Francia, su ejército había incendiado un monasterio de la misma orden. Enrique II se ocupó de señalar a su hijo, que reinaría como Juan I de Castilla, el lugar exacto de la construcción, junto a una ermita que se conocía como Santa María de El Paular. Esta ermita aún sobrevive hoy aunque rebautizada como Capilla de Nuestra Señora de Montserrat.

La Iglesia- El proyecto contaba con tres edificios: el monasterio, la iglesia y un palacio para uso y disfrute de los reyes. La iglesia tomó forma final durante el reinado de Isabel la Católica (1475–1504) y es la parte más sobresaliente de todo el conjunto. La reja que separa los fieles de los monjes fue realizada por el fraile cartujo Francisco de Salamanca y es una obra maestra en su género. La sillería del coro se repuso recientemente en su actual y original ubicación, puesto que en el año 1883 había sido trasladada a la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid. Esta sillería, de madera de nogal, fue tallada en el siglo XVI por el segoviano Bartolomé Fernández, que también fue el creador de la sillería de la iglesa del monasterio de El Parral en Segovia. Lo mejor, sin embargo, es el retablo, realizado a finales del siglo XV en alabastro policromado. Recrea una serie de 17 escenas bíblicas con un extraordinario detalle.

Por encargo del prior Juan de Baeza, entre los años 1626 a 1632, Vicente Carducho —coetáneo de Velázquez y como él pintor regis— pintó para los 54 huecos del claustro del Paular otros tantos grandes cuadros sobre la vida del fundador de la orden, San Bruno de Colonia, así como la historia de la orden cartuja, que constituyen una página de gloria de la pintura universal. Tras la desamortización en 1835, fueron arrancados y repartidos entre diversos museos e instituciones, pero sorprendentemente se conservan en España 52 de estos cuadros. Los dos que faltan fueron quemados durante la guerra civil por los republicanos en Tortosa, Tarragona, en cuyo Museo Municipal se hallaban depositados.
Tras la devolución de los dos coros, obra de Bartolomé Fernández, que se custodiaban en la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, quedaba la hermosa tarea de conseguir la restitución al claustro cartujano de los cuadros de Vicente Carducho. El Museo del Prado guardaba el mayor número de ellos, 17, seguido del Museo Provincial de La Coruña, 14. En el verano de 2006 finalizó lo que parecía imposible: la restauración de los 52 cuadros del ciclo. Téngase en cuenta que cada uno de los 52 «mediopuntos» mide 3,45 x 3,15 metros, y que el estado de conservación de casi todos era deplorable. Tras las importantes obras de restauración y climatización del claustro, culminó en verano de 2011 un sueño actual de la historia del arte: el retorno de la serie cartujana de Vicente Carducho a su sitio, el claustro de la Real Cartuja de Santa María del Paular.

La capilla del sagrario- Comprende por una parte el tabernáculo o transparente propiamente dicho, que es una estructura exagonal que alberga un Sagrario monumental, construido en 1724 con mármoles de colores extraídos en canteras de Cabra, Priego de Córdoba, Granada y serranía de Córdoba. En él se colocaba una gran custodia barroca de 24 arrobas de plata, realizada por el cordobés Pedradas y que ocupaba el centro del tabernáculo, desaparecida probablemente durante la «Francesada». Y por otra parte, una capilla octogonal con cuatro capillitas y tres altares. El resto son del vallisoletano Pedro Alonso de los Ríos. La parte pictórica, de la que hoy quedan pocos restos, la ejecutó, en 1723, el bujalanceño Antonio Palomino como final de su carrera.
La sala capitular es una pieza rectangular cubierta con tres tramos de bóveda de ojivas. Durante la restauración del siglo XVIII, se colocó un falso entablamento adornado con angelotes y frutos policromados, así como con un escudo de Castilla en el muro occidental. Posee un retablo también de estilo barroco, obra de Churriguera, con seis columnas salomónicas en el cuerpo central, adornado con angelotes y profusa vegetación. Presidía el retablo una bella estatua de San Bruno (hoy en la cercana iglesia de Rascafría) acompañado por San Hugo y San Antelmo, que siguen en sus respectivas hornacinas. Actualmente ocupa la capilla central del retablo una imagen de la Inmaculada que antiguamente estaba situada en la parte superior del arco de separación entre los coros de los hermanos y los monjes en la iglesia mayor del monasterio. En la parte central superior destaca la Crucifixión de un gran dramatismo.

Historia- Junto a la iglesia y el edificio del monasterio, los monjes cartujos poseían una extensa parcela de tierra que cultivaban con esmero y varios talleres artesanos. Durante siglos los monjes de El Paular explotaron eficazmente la pesca en el río Lozoya, los bosques de los alrededores, rebaños de ovejas y dos batanes, uno para la sierra de madera y otro para fabricar papel. Desde el siglo XV al siglo XIX casi todo el valle del Lozoya dependió en gran parte de la actividad agrícola, industrial y comercial del monasterio. En el siglo XVII trabajaban en el batán del papel 40 obreros, y en él se fabricaron los pliegos de papel en los que —en el taller de Cuesta, en 1604— se imprimió la edición príncipe del Quijote. En el lugar donde se levantaba este batán existió hacia 1950 un albergue de la Sección Femenina, del que no quedan hoy más que ruinas. Lo que aún puede observarse, junto a una alameda que termina en el puente del Perdón, son los restos de los estanques y caceras que abastecían de agua a estos molinos.

En 1835 la desamortización de Mendizábal afectó de lleno al monasterio y la orden Cartuja fue exclaustrada. Buena parte de las obras de arte que el monasterio contenía se perdieron entonces, como, por ejemplo, los retablos y altares que decoraban las paredes de la iglesia y los miles de libros que albergaba su magnífica biblioteca. Ya sin monjes que ocupasen el claustro, en 1876, poco después de que Alfonso XII ascendiese al trono, el gobierno declaró al Real Monasterio de Santa María de El Paular como Monumento Nacional, lo que, probablemente, salvó al edificio de la ruina total. En 1918, la Dirección General de Bellas Artes creó la «Escuela de Pintores del Paular», que becaba la estancia de pintores durante los meses de verano en las antiguas celdas. Por entonces, esas celdas medio derruidas cobijan en verano también a hombres como el historiador Ramón Menéndez Pidal o el poeta Enrique de Mesa, y el monasterio comienza a ser el centro neurálgico de la actividad científica y montañera de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos. Y al calor de ésta, en 1913 se funda la Real Sociedad de Alpinismo Peñalara, que hará de la torre entonces desmochada del Paular emblema de su revista mensual.

Pasada la guerra, y sumido ya en el abandono, en 1954 el gobierno del general Franco cedió el monasterio en usufructo vitalicio a la orden benedictina (en la escritura de cesión a los benedictinos se dice textualmente «al no haberse podido hacer cargo de ella la orden de los cartujos»). Y según ello, vinieron doce monjes procedentes de la abadía de Valvanera, en La Rioja. Ocho monjes mantienen hoy vivo el viejo cenobio.



 JP, sustituto de Paco que está inválido de una mano