Hemos
quedado en el puerto de Cotos los cuatro aguerridos marchosos que somos, a
saber, Miguel, Juan Ángel, Miguel Ángel y Paco (el que suscribe) a las once y
aquí nos vemos las caras, algunos desde haces meses.
El día parece estupendo porque no
casca el sol ni hace frío; está ligeramente nublado y esperamos que siga así
durante todo el trayecto.
Iniciamos la subida dejando a mano
derecha la Venta Marcelino y en un pispás se nos abre una vista extraordinaria
desde donde atisbamos el monte Guarramillas (La Bola), las pistas de Valdesquí
y Cuerda Larga entre otras maravillas. La ascensión es dura pero fácil de
caminar, encontrándonos con grupitos o parejas de senderistas que suben y bajan
por este trillado camino. Evidentemente seguimos los cartelitos que nos indican
el ascenso al pico de Peñalara. Dejamos atrás el refugio Zabala y las cumbres
de Dos Hermanas a nuestra derecha: todo esto siguiendo el PR3 del plano de la
Tienda Verde, pero en la realidad los letreros ponen RV2 (Ruta Verde 2) y sin
alejarnos del trayecto (otros le llaman “la track”) que astutamente Miguel
Ángel había metido en su GPS de la última vez que el grupo hizo esta ruta.
Una vez que ya oteamos el pico de
Peñalara, buscamos unas piedras para tomar un refrigerio que habitualmente
denominamos “los panchitos”. Hoy Paco se ha estirado y nos ha proporcionado un
vinito de crianza de la Ribera del Duero; no lo trae en bota como es su
costumbre, sino en botella, obligando a los tres bebedores (J.A. no toma vino)
a sacar sus vasos de plástico. Reanudamos la ascensión pues ya sólo nos quedan
alrededor de 100 m de desnivel para llegar a la cumbre. Es fatigoso, después de
haber subido ya cerca de 500 m pero se hace agradable pues bajan oleadas de
gente joven que te dan ánimo. Ya en lo más alto, sin viento ni frío alguno, nos
hacemos las fotos pertinentes y vemos un monolito reciente donde los de la
“Peña de Peñalara” dejan constancia de sus 100 años merodeando por la sierra de
Guadarrama (pone “1912-2012”). Le pedimos a un excursionista que nos haga las
fotos.
Iniciamos el descenso hacia el risco
de “los Claveles” y el de “Los Pájaros” y nos encontramos con un pedregal muy
difícil de sortear pues se trata de rocas mal dispuestas como si las hubiera
descargado un camión gigante de cualquier manera y a lo loco, con superficies
con verdín, resbaladizo en ocasiones, piedras en punta, como lonchas verticales
y el camino es difícil de seguir ya que sólo aparecen muy de vez en cuando unos
montoncitos de piedrecillas anunciando la dirección. Yo creo que este tramo es
el peor de toda la excursión.
Después de un ratito llegamos a un
alto desde donde vemos la laguna de Los Pájaros y más allá el embalse de
Pinilla (que está al lado de Pinilla del Valle). Descendemos raudos hacia la
laguna, la atravesamos y continuamos hacia la de Los Claveles, donde hacemos un
alto para el almuerzo. Nos hacemos una ensalada que no se la salta un gitano y
nos hincamos un bocata regado con vino. El día sigue siendo maravilloso y, en
cuanto continuamos andando, nos topamos con unas cabras y después con caballos
y un potro. Al alzar la vista hacia nuestra derecha, la imagen de la silueta de
los picos recortados contra el cielo parcialmente nuboso es portentosa y nos
llena los ojos de descanso para toda la semana. La laguna de Peñalara está
cercada y no podemos acercarnos a ella. Han puesto un paseo de tablas que nos
lleva hasta el chozo de la entrada. Rebasado este tinglado urbanita cogemos ya
la senda que nos llevará hasta el puerto de Cotos. Antes vemos un precioso
valle de pinos que están vencidos todos hacia el mismo lado como si los
estuviera azotando el viento. Miguel y yo hacemos algunas fotitos.
En la venta Marcelino nos enteramos
de que hay dos aparcamientos, uno privado perteneciente a Valdesquí, el situado
más alto, y otro público. El privado se cierra los sábados y domingos
permitiendo así la llegada de un helicóptero para casos de emergencia, y lo
dejan abierto de lunes a viernes hasta las ocho de la noche.
Ya en el aparcamiento, nos encontramos
con dos jóvenes un poco “zumbados” que, dos segundos antes de irnos, nos
enseñan un boletus edulis de más de medio kilo. Nosotros sólo hemos visto de
los luteus (babosos). ¡Vaya, qué suerte han tenido!
Nos vengaremos en la próxima salida.
Paco