JOHN LANCHESTER | ESCRITOR
Su última novela,
‘Capital’, capta la esencia de la época de los brókers en la City londinense
Hay novelas que captan la esencia de una época. La de los brókers, la del
ganar dinero como sea, como “objetivo elevado y noble”; la de la burbuja
inmobiliaria en la que comprar una casa y quedarse cruzado de brazos dentro de
ella “era como estar en un casino con la garantía de ganar” podría ser
perfectamente Capital (Anagrama), la última novela del inglés
John Lanchester (Hamburgo, 1962)
Dice Lanchester que en otra novela de los años 80 los yuppies estaban
obsesionados por las marcas y “aún hoy
así es en la gente de la City londinense” y en esta dice que lo único que ha
hecho es “describir lo que ve por la ventana” de su casa en Londres. “Por las
mañanas, mis vecinos van a la City a trabajar, la calle se queda desierta y
entonces empiezan a llegar sin parar camiones con comida y con objetos para las
tiendas”.
Parece un particular friso de la Londres multirracial y opulenta de finales
del XX y principios del XXI, un collage que podría
cumplimentar los que colegas como Martin Amis o Zadie Smith han hecho también
de esa metrópolis. “Curiosamente, los dos se han ido a Nueva York”, ironiza
Lanchester. “No, no son arquetipos, espero que el libro, con los años, dé una
lectura histórica de un momento de ruptura brutal, de un cambio de mentalidad
desde 2008 como nunca antes”. ¿Cuál? “Que no se puede vivir de manera tan
inconsciente y que por vez primera no se va prosperar indefinidamente”. El
aprendizaje se traducirá, cree, en “una clase alta cada vez más intocable y
rica y una clase media que va a quedar muy diezmada; pobres habrá siempre y
algunos más”.
De alguna manera, Lanchester, que ha invertido cinco años, desde 2006 a
2011, en la elaboración de la obra, se ha estado preparando para esta ambiciosa
novela, con obras suyas anteriores. En Capital no queda
claro si lo que ocurre lo genera el propio sistema, como si de un ser vivo se
tratara, o en el fondo están los males eternos del ser humano: avaricia,
egocentrismo, pulsión sexual… “Es una combinación de ambas cosas pero es
evidente que el sistema capitalista hace aflorar determinados sentimientos. Hay
una toxicidad del sistema capitalista, es tóxico. La City no era así hace 25
años, basada ahora en esa absurda creencia teológica de un mercado sin regla
alguna y que lo que estropee ya lo arreglará él mismo, lo cual es absolutamente
falso”.
Tras sus gafas ovaladas y cara y voz bonachonas, Lanchester, hijo de
banquero y criado en Calcuta, Rangún, Brunéi y Hong Kong, es duro con la
situación que arrancó con Margaret Thatcher y Ronald Reagan —“si se hubiera
controlado más al sector financiero el impacto de la crisis habría sido mucho
menor”— y cree que “los bancos son zombies: piensan que están vivos igual que
antes y siguen ofreciendo créditos y jugando con el sistema. Japón nos
demuestra que poner y poner dinero tampoco es la solución”. La estrategia de
llevarlo todo hoy al low cost way of live no le parece, piensa, la
mejor manera de competir con países como Japón mismo o India.
Capital es un edificio tan rico que deja pinceladas sociológicas de gran
interés, como los cambios experimentados en la personalidad inglesa. “La
vulgaridad era tabú y los sentimientos tendían a interiorizarse; todo esto el
hipercapitalismo lo ha borrado de la gente en apenas 30 años”.
También asoma la aluminosis del racismo: “Londres es distinto del resto del
país; es cierto que se ven muchos matrimonios mixtos, pero dependen de quién
eres tú y de dónde estás en el escalafón social: cuanto más abajo, más se acusa
hoy el racismo en Inglaterra”. Una obsesión personal la refleja el nieto
artista amante de las performances. “El arte contemporáneo es, en
buena parte, una especie de gran comedia que se toma tan en serio que es un muy
lucrativo negocio; el Este de Londres está lleno de artistas y gente del mundo
de la publicidad y esas ramas; no puedo evitar hablar de ellos porque me atrae
su comicidad”.
Lanchester, hábil narrador, retratista de personajes cuyos pensamientos
pueden casi tocarse, ha visto vinculada esta novela a nombres como los de
Charles Dickens y Anthony Trollope. “Para Capital pensaba en
la novela del XIX porque me parecían que sus técnicas eran muy buenas para
poder explicar los cambios en una sociedad; aquella fue una época de cambios
mentales más rápidos incluso que los de hoy”, apunta el autor.
Cree que ha usado “el maletín de herramientas” del XIX para “arreglar la
realidad” del XXI. “He cogido unas lentes y he ido enfocando los cambios, pero
siempre desde el mismo marco. La linealidad narrativa de la historia del XIX la
rompo con ese intercalado constante de capítulos de cada personaje”, dice.
Por un lado, defiende que la narrativa del XIX es más libre que la actual.
“Hoy hay más trabas al escritor que entonces; después de Henry James, hay más
restricciones sobre lo que el narrador puede o no decir, qué puede saber o no
de un personaje”; pero también elogia, y mucho, la narrativa televisiva actual:
“Ha sabido casar formas narrativas tradicionales del XIX con técnicas modernas
para enganchar al espectador. The wire, por ejemplo, es un
caso explícito de eso, con absorción de técnicas literarias del XIX y grandes
recursos actuales. Es un desafío muy interesante”.
Con un porcentaje calculado de ambas, Lanchester ha escrito Capital,
libro peligroso en su calle. “No hay problema, los de la City no leen”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario