domingo, 12 de febrero de 2017

La reacción tardía del PP

El verbo “reaccionar” acaba de sumarse al vocabulario de la mal llamada “posverdad” (eufemismo del engaño).
La secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, proclamó el viernes en el congreso de su partido, al referirse a la corrupción: “En algún caso tardamos en reaccionar. En algunos momentos no fuimos lo ágiles que la sociedad demandaba”.   (1)[ leer articulo de abajo]
De esa afirmación y de su contexto se podía deducir, como imagino habrán hecho millones de personas, que el PP se quedó anonadado ante las noticias que surgían por doquier, y que sufrió una paralización de sus movimientos debida al trauma. Y eso, claro, les restó agilidad.
Con ello, la secretaria general no se estaba refiriendo a la posibilidad de reaccionar ante algo que se cree inadmisible, palabra que jamás se pronunció en su momento, sino que reducía el ámbito del verbo “reaccionar” a su primera acepción: “Actuar por reacción de la actuación de otro, o por efecto de un estímulo”. Se supone, pues, que el estímulo de aquellas noticias, que a tanta gente escandalizaron, no desencadenó ninguna acción rápida en ese partido.
Lo malo de su comportamiento ante las fundadas denuncias se redujo, pues, a un problema de lentitud. No importa, parece ser, cómo se afrontó la situación, sino el hecho de haberse movido sin la rapidez que el caso requería. Resumiendo: “No reaccionamos mal, reaccionamos despacio”.
Sin embargo, cualquier chapuzón en la memoria de Internet nos permite ver que el PP reaccionó a toda prisa. Se movió con la agilidad de un gato que salta por los tejados, con la habilidad de la ardilla que trepa por el árbol.
Cuando aparecieron las pruebas sólidas de que esa organización competía en las carreras electorales con anabolizantes, como Ben Johnson, como Lance Armstrong, sus dirigentes salieron de inmediato a la palestra. Dijeron enseguida que estaban ante “una trama contra el PP”; presentaron a toda velocidad una decena de querellas contra el diario EL PAÍS por publicar los papeles de Bárcenas y otras informaciones veraces sobre su caja b (eufemismo de “dinero negro” o “fraude fiscal”); se personaron al instante como acusación (otra perversión de las palabras) para defenderse de los acusadores, y protegieron a su tesorero no sólo enviándole ánimos al móvil sino pagándole religiosamente su generoso sueldo mediante la ingeniosa fórmula (nuevo caso de posverdad) de la indemnización en diferido.
Todo eso no parece reunir los requisitos necesarios para que se considere “reaccionar tarde”. Por el contrario, se reaccionó a toda velocidad.
El lenguaje de cada cual se debe interpretar siempre conforme a lo que dice y a lo que deja de decir. Y lo que dejó de decir De Cospedal en esa intervención se relaciona más bien con los términos a los que sustituyó el verbo “reaccionar”. Por ejemplo, “condenar” (“tardamos en condenar...”) y otras expresiones que tenía también a su alcance, como “cortar por lo sano”, “sancionar”, “expulsar”, “pedir perdón”, “reponer lo estafado”… Y “brindar una colaboración leal a la policía y los jueces”, lo cual parece poco compatible con la destrucción de discos duros. En todo esto sí se puede aplicar el concepto de “reaccionar tarde”; tan tarde que con algunos de esos verbos el momento no ha llegado aún.

Alex Grijelmo El País 12.2,2017

(1) El País  12.2,2017
El PP cree que su grave problema con la corrupción, que tanto daño electoral le ha causado y que acumula estos días varios casos en su fase judicial final, es una rémora de unos cuantos golfos del pasado. La secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, intentó este viernes exorcizar en la inauguración del 18 Congreso Nacional del partido esos fantasmas admitiendo el fallo de tardar mucho en reaccionar, sobre todo con el extesorero Luis Bárcenas. “Nos parecía imposible que nos estuviera ocurriendo”, concedió. El PP presumió de unidad, obvió al PSOE y arremetió contra “los Pimpinela” de Podemos.
Hace cinco años, en el anterior Congreso Nacional, el 17 en Sevilla, la exministra Ana Mato, estuvo en el escenario como miembro de la lista de Mariano Rajoy con los 35 componentes de su Comité Ejecutivo. Hace casi nueve años, en el 16 Congreso de Valencia, Mato ya era miembro de ese equipo dirigente, como su exmarido Jesús Sepúlveda, responsable del área electoral y amigo de Francisco Correa y Álvaro Pérez, los cabecillas de la trama Gürtel que montaron aquel cónclave que está aún en buena parte por pagar. Mato comparecerá el lunes en la Audiencia Nacional por su presunta implicación en Gürtel y a Correa y Pérez se les condenó este viernes Valencia por montar allí su sucursal. Nadie les citó en la jornada inaugural del 18 Congreso del PP que se celebra en la Caja Mágica de Madrid. Tampoco ninguno de los nueve oradores que protagonizaron esa sesión, con todo tipo de discursos de balance del último lustro, mencionó siquiera de pasada a José María Aznar, el expresidente de honor y líder que llevó al PP por primera vez a La Moncloa y bajo el que cuajó en el partido la banda que favoreció esos escándalos.
La secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, que accedió a ese puesto en 2008 apenas seis meses antes de que estallara Gürtel, lleva demasiado tiempo callada sobre las consecuencias que ha supuesto la corrupción para su gestión. Cospedal, que pasará a la historia por el crucigrama dialéctico del despido en diferido de Bárcenas, con el que nunca congenió, quiso este viernes reivindicarse y de paso a los dirigentes populares que se quedaron en la sede central de Génova 13 y no se fueron a saborear los laureles del Gobierno estos años de sufrimiento.
No lo hizo en una comparecencia cualquiera. Se reservó ese momento para su balance y para confesar ante Rajoy y los 3.128 compromisarios presentes el purgatorio vivido. Cospedal asumió así que, cuando aún no habían salido de la tormenta económica que padeció el país, les cayó encima la corrupción: “Fueron casos que afectaron de forma transversal a nuestra vida pública y, dentro de ella, también nos afectaron de lleno a nosotros. Y en algún caso tardamos en reaccionar. Nos parecía sencillamente imposible que eso nos estuviera ocurriendo a nosotros. Por eso en alguna ocasión no fuimos todo lo ágiles que la sociedad demandaba”.
Cospedal no pronunció el nombre de Bárcenas, el extesorero que se convirtió en su particular enemigo interno en los años en los que sintió obligada a convivir con él. Pero le tuvo todo el rato en mente. Es la posición oficial que mantiene ahora la dirección del partido con Rajoy a la cabeza: Bárcenas, Correa, Pérez y hasta Rodrigo Rato son los exponentes de una época enfangada de su historia pero ya relegada y olvidada. La número dos del PP, que sigue pendiente de ser ratificada en el cargo por Rajoy, enlazó esa asunción de errores con la etapa que ahora se pretende nueva y que se enmarca en el periodo iniciado en el anterior congreso, hace cinco años, cuando se llegó con mayoría absoluta a La Moncloa.

JP




2 comentarios:

JP dijo...

Efectivamente,lo peor del PP es que o bien le gusta"quedarse"con nosotros puesto que sabe por los resultados de las elecciones que lo puede hacer. O bien son tontos y por tanto incapaces de darse cuenta de las tonterías que dicen. Yo creo que un poco de cada cosa.

JP



manolo dijo...

JP sigue en la brecha, provocador intelectual como pocos.
Saludos,