Iniciamos la ruta al Tejo
Milenario el miércoles 17 a las 11 de la mañana casi todos los marchosos en
activo menos tres de ello que por diversas razones no pudieron asistir.
Comenzamos la marcha al revés, como viene siendo bastante habitual últimamente, dejando el río o arroyo de la Angostura a nuestra izquierda.
El arroyo de la Angostura es un
torrente de agua que se alimenta de otros arroyos del valle del Lozoya como el
de los Monchos, Valhondillo, los Zorros y el más pequeño pero no por ello menos
caudaloso arroyo Pingonillos, sus aguas se juntan para formar el arroyo de la
Angostura antes de recibir las aguas del Aguilón y verterlas en el río Lozoya.
Paramos en la pequeña presa, que
se desbordaba en una impresionante cascada, para hacer las fotos de rigor, y
continuamos subiendo por una senda muy agradable, acompañados por el rumor del agua.
Más adelante, en una de las
frecuentes paradas para disfrutar del entorno y seguir con las fotos, el recién
incorporado José María, tuvo que volverse a buscar el móvil que había perdido.
Continuamos hasta una revuelta
del camino, donde paramos a tomar los frutos secos y a esperar al susodicho.
Al cabo de un rato, JM llegó con
el móvil que felizmente había encontrado.
Seguimos la marcha y sin
incidentes reseñables, llegamos al punto más alto de la ruta, lugar en el que
es necesario cruzar el arroyo para visitar el Tejo Milenario. Como el arroyo
venía cargadísimo de agua, tuvimos que jugarnos el tipo pasando medio colgados
de un tronco que estaba caído (y, qué peligro, medio podrido) sobre el cauce.
La vista del Tejo Milenario, que
estaba igual que hace cuatro años cuando lo visitamos por última vez, mereció
el riesgo corrido.
Mientras nos fotografiábamos bajo
el árbol, algún marchoso comentó, como quien no quiere la cosa, que el tejo, árbol inmortal y ponzoñoso, temido y venerado,
ha ocupado desde edades remotas un lugar preeminente en el bosque de los mitos.
Los griegos, que juzgaban este árbol procedente de las regiones infernales, lo
consagraron a la diosa Hécate, señora del tártaro, sin perjuicio de
consagrarles también a sus enemigos unas cuantas saetas impregnadas con su
veneno. Teofastro, Dioscórides, Plinio y otros sabios de la antigüedad
ratificarían luego en sus escritos lo que aquellos sagitarios habían demostrado
ya por la vía de los hechos en el campo de batalla: que el tejo mata.
Contestando estas sabias palabras,
otro marchoso comentó también, que: fuera ya del paraíso de los mitos y de los
símbolos, los farmacéuticos han confirmado que el Taxus baccata contiene en
casi todos sus órganos un alcaloide, la taxina, que es un veneno del sistema
nervioso y del corazón, que acaba paralizándolo. Y en cuanto a su larga vida,
se citan ejemplares que han sobrepasado los dos mil años. Mejor combinación que
ésta (toxicidad + longevidad) no se puede pedir para garantizar la
supervivencia de una especie, y en buena lógica nuestros montes deberían estar
pletóricos de tejos, pero no es así, y la culpa de que no sea así no la tienen
ellos, que están eternamente en su sitio sin meterse con nadie, sino los de
siempre: nosotros, los hombres.
Reflexionando sobre estas sabias
palabras, volvimos a cruzar el río, menos JA y MA, que siguieron por la margen
derecha, e iniciamos la vuelta para encontrarnos en el Puente de la Angostura,
donde comimos. Por cierto, el vino de Toro que trajo Paco el guardián y
propietario de la bota fue muy celebrado por todos.
Durante los comida, aprovechamos
para recordar que, como ya todos sabíamos,
el Puente de la Angostura, aparte de un punto imprescindible en la visita, parece haberse quedado anclado en
el tiempo, por su perfecta conexión con el entorno y que, además, se trata de
una majestuosa construcción en mampostería fabricada por orden de Felipe II
para poder circular en carruaje desde su palacio en la Granja de San Ildefonso
hasta el monasterio del Paular.
Sin más incidentes, cruzando numerosos puentes de madera y disfrutando del paisaje y un tiempo magnífico, volvimos a los coches, unos se fueron rápidamente y otros disfrutamos durante un buen rato de café, cerveza y charla. Nos despedimos y hasta la próxima.
Miguel
2 comentarios:
Muy exhaustiva la descripción sobre las propiedades de los tejos y además con abundantes datos históricos.
Esta excursión ya la hemos hecho varis veces, pero siempre se aprende algo nuevo. No conocía el dato del origen del puente de la Angostura, supongo que Felipe II venía desde Cercedilla por el puente de la Cantina y Cotos.
Por cierto, donde comimos fue a orillas del puente del Barondillo.
El camino de bajada que hicimos J.A y yo me ha servido para tener la track de ese trayecto y no confundirnos más como pasó la última vez que lo subimos. Ahora es una senda asequible y bien marcada.
Pasamos un buen día, además tanta abundancia de agua levanta el espíritu.
He esperado a ver si alguno más de los que fueron a la excursión iba a hacer algún comentario. Voy a aprovechar para hacer el mío que como no estuve va a referirse a otras cosas. Alguien más quieres Miguel Angel se lee el blog? Solo interesan las fotitos? Vale la pena que alguien dedique un tiempo a hacer el relato? Es la pandemia o siempre hemos sido así? Ocurre igual word en el whsp a nadie ser le ocurre nada cuando se manda algo interesante?
Por último soy un pesado o algo de razón hay. Es consecuencia de ser las mayorías técnicos de profesión y que no sabemos más?
JP
Publicar un comentario