jueves, 28 de julio de 2011

La humilde chulería

De viaje en Nueva York, me encuentro con una nueva definición de un antiguo fenómeno social. The humble brag: la humilde chulería. El tono o el contexto son humildes. Uno aparentemente se está menospreciando, o quejándose de la malicia del destino. Pero el objetivo real es chulear: lanzar un mensaje que provoque envidia o admiración.
Ejemplos:¡Hice el ridículo total! Viajé en primera pero el vuelo a las Seychelles llegó con dos horas de retraso. ¡Qué agobio! Conseguimos un palco para la final de Wimbledon pero los canapés en la sala VIP, un asco.
Mi hija de 10 años es la mejor de la clase pero me tiene preocupado: se pasa las vacaciones leyendo a Dostoievski.

Marqué cuatro goles pero no hubiera sido posible sin el apoyo de mis compañeros.

El servicio de limpieza de habitaciones en el hotel Sofitel de Manhattan, lamentable.

Caer en la humilde chulería es mentirse a uno mismo. Uno necesita que el meollo presumido de la cuestión no pase inadvertido, pero quiere creer que al agregar el matiz, al echarle ese toquecito de autodesprecio, uno acaba cayendo supersimpático. Soy un campeón, pero sigo siendo un tipo cualquiera.
La verdad, claro, es que al interlocutor no le engañas. La respuesta infalible al chulo humilde es "¡Qué cretino! Me echa en cara su estatus superior, me hace sentirme pequeño, y encima pretende que le padezca sus desgracias".
Lo peor es que todos hemos sucumbido en algún momento a esta doble idiotez. El fanfarroneo es un impulso infantil que coge fuerza durante la adolescencia, que se diluye con el tiempo -al darnos cuenta de que genera rechazo-, pero que nunca desaparece del todo. Por eso buscamos fórmulas menos inaceptables para comunicar lo mismo. Lo ideal, como bromeaba mi padre, es hacer algo espléndido o generoso sin decir nada, pero que al final la gente se entere por otros medios. "¿Sabes que fulano contribuye con 50 euros cada mes a Médicos sin Fronteras pero nunca lo ha contado? ¡Qué tipo más majo!".
Pero pocos tenemos la paciencia o la modestia para esperar meses o años hasta que nuestra grandeza se descubra. Caemos en la tentación, y demasiadas veces hacemos doblemente el tonto al recurrir a la humilde chulería. Yo mismo no he podido reprimir contar en la primera línea de esta columna que he estado de viaje en Nueva York. Pero, créanme, hacía un calor insoportable, pegajoso, y dos capuchinos en el hotel Pierre de la Quinta Avenida me costaron 24 dólares, y...
Artículo publicado en El País por J.Carlin el 26.7.11

Es una gentileza de JP

3 comentarios:

JP dijo...

Aún a riesgo de que nadie lo lea y mucho menos le interese no puedo de dejar de compartir este otro interesante estudio psicológico de otro de los defectos de "sobre todo los hombres".

Habría que añadirlo a los alextímicos que puse algun artículo anterior. No se lo que me pasa pero últimamente no veo defectos en las mujeres, sólo virtudes sobre todo físicas,ummmm.

Sin embargo este modelo de "The humble brag" creo que lo utilizamos a tope y me veo refejado seguramente bastante.

Como yo me voy a Islandia pues a lo mejor paso frío y no creo que me de tiempo a ver todo lo que quisiera pues necesito el doble o triple del que voy a estar.

Este sería un claro ejemplo de lo que estamos hablando, jeje.

JP. ¡¡¡¡Pesaaaaaaaadooooooo!!!!!

Anónimo dijo...

Últimamente os estáis poniendo insoportables, ahora hay que ir a Google a preguntarle por "humble brag" para que nos lo defina el Urban Dictionary y así opinar sobre nosotros mismos. Lo utilizo mucho?. Puede, todos los años digo : "Me voy de vacaciones de nuevo a Galicia, a lo peor llueve, pero no importa, porque yo suelo andar a cubierto tomando percebes". "Bragging" de Galicia y de los percebes y utilizando la lluvia para disculparme por tanta suerte.

Joder, no quiero analizarme, ni cambiar, ya soy perfecto tal como soy, para qué hacerlo?. Además, un poco de "bragging" es normal, pero no sé en que nivel estoy, y si eso resulta peligroso para los demás. Así que vigilaré vuestros pensamientos cuando nos veamos de nuevo y os cuente mi veraneo,y trataré entonces de detectar en vosotros el efecto de mi "bragging".

Saludos

Chicho

boticario dijo...

Este es un artículo refrescante. En la mili decían que cuando se emborracha uno le puede dar llorona o fanfarrona. Yo desde siempre prefiero la segunda forma.
De hecho el otro día vi como entre tres le pegaban a un negro y me dije intervengo o no intervengo. Al final intervine y entre los cuatro le dimos la paliza del siglo.
Bueno pues por no daros mas la paliza termino diciendo que me voy a Rascafria a hacer los siete puertos. No creo que este año gane pues me pasa como a Contador no tengo suerte. Saludos JL