Después
de un larguísimo debate (creo que hubo 45 e-mails), al final,
votamos por ir a Navalagamella y hacer una gastronómica en el
restaurante Los Arcos de esa localidad. Nos juntamos yo (Paco), Juan
Ángel, Miguel, José Luis, Miguel Ángel, Chicho y Jero, con lo que
estuvimos al completo de los marchosos activos. Entramos en el
restaurante para ver si era necesario reservar y tenían de menú un
cocido madrileño completo. Algunos ya se quedaron con la copla.
Iniciamos
la marcha saliendo por una urbanización y, enseguida, un caminito
estrecho con muchas plantas entre las que había esparragueras,
hinojos, cicutas y otras. El hinojo y la cicuta son parecidos, por
eso, a la hora de cogerlos, conviene oler el tallo y si huele a anís
es hinojo. Nos encontramos con unas yeguas blancas, preciosas, y le
hicimos algunas fotos.
Resulta que tuvimos que
meternos por medio del campo porque nos habíamos confundido de
camino. Así, llegamos a la Cañada Real Leonesa que la anduvimos con
placer pues no tenía apenas desnivel y el día era fabuloso, con un
sol radiante y una visibilidad extraordinaria. Nos desviamos por una
colada (cañada pequeña) para ver una encina que decían portentosa.
Al llegar a ella, efectivamente era lo que esperábamos: una copa
amplísima
, extendiéndose como unos veinte metros de
diámetro, en la que cabía perfectamente un gran rebaño de ovejas.
El porte que tenía era para caerse de culo. En el suelo había un
mojón blanco en el que ponía AS (árbol singular). Nos
detuvimos para hacer un aperitivo a base de frutos secos y darle unos
tientos a la bota de Paco que nos reconfortó a los que así lo
hicimos.
Volvimos
por la colada a la cañada real y continuamos por ella un buen trecho
hasta que llegamos a una conducción de agua del Canal de Isabel II
que va de Picadas a Majadahonda.
Enfilamos por ella en una bajada
pronunciada por un camino de cemento y luego tuvimos que ascender en
una cuesta un poco fuerte, luego bajar otra vez y a continuación
volver a subir otra pendiente fuerte. En este sube-baja, algunos nos
entretuvimos en fotografiar una mina abandonada
que aparecía
a nuestra derecha a unos 400 m, sin acercarnos a ella. Después
supimos que era una mina abandonada, llamada “La Montañesa” en
el siglo pasado y que se dedicaba a extraer baritina, un óxido de
bario (adjunto información) así como cobre y galena argentífera.
Salimos del canal por un corte en la montañita y enfilamos
hacia el pueblo que se divisaba a lo lejos. El camino final es como
al principio, con muchas hierbas altas y muy estrecho: íbamos de uno
en uno.
Entramos
al restaurante y los que comimos cocido nos pusimos ciegos. Estaba
muy bien guisado y era muy completito pues tenía trocitos de todo;
además, la sopa muy sabrosa o si querías, te ponían un consomé al
jerez. Como nos gustaron los garbanzos, JA preguntó dónde podríamos
comprarlos y la señora nos vendió cuatro quilos. Y resulta que eran
de Quijorna, el pueblo de al lado. Son más pequeños que los de
Pedrosillano.
¡Buen
remate!
Paco.
1 comentario:
Todas las marchas son interesantes y siempre se aprende algo. En el restaurante Los Arcos hemos comido varias veces y era la primera noticia que teníamos de los famosos garbanzos de Quijorna.
Esta excursión ya se hizo en 2015, en plena canícula y esa vez si bajamos la mina, pero no valió la pena el esfuerzo.
Lo peor, por aburrido, fue el recorrido por el canal, podíamos haberlo evitado en parte atajando por el monte, pero eso reducía la marcha y no se aceptó.
Por lo demás, a mi particularmente me gustan las excursiones por monte bajo y bosque mediterráneo cómo era esta; así es que fue un buen día.
Saludos
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