lunes, 18 de octubre de 2010

104-Peña la Cabra

EL CLUB DE LOS MARCHOSOS. Por Manuel Navarro Seva

La Guardia Civil detuvo el pasado miércoles a un grupo de nueve hombres, todos prejubilados o jubilados, y a un perro en la sierra madrileña, en las inmediaciones de Peñalacabra (1.834 metros de altitud). Desde hace meses, la Benemérita, en estrecho contacto con la policía nacional, estaba tras la pista de este peligroso grupo que se hace llamar a sí mismo “el club de los marchosos”. En el momento de la detención, que tuvo lugar sin resistencia alguna, las nueve personas y el perro estaban comiendo en una pradera muy cerca del ya mencionado cerro. Compartían toda clase de alimentos y uno de los miembros del club repartía café con leche cuando se acercaron los guardias. No llevaban armas de fuego. Lo único que resultó sospechoso fue un libro de viajes de Egipto y algunos recortes de prensa poniendo a parir al gobierno. Los agentes se incautaron de los teléfonos móviles, de las navajas suizas y de los bastones que usaban para apoyarse al caminar ya que sus puntas afiladas podrían haber sido usadas como armas mortales. Tras ser esposados se les hizo subir a un helicóptero sin más explicaciones. El perro tuvo que ser sedado pues empezó a ladrar inquieto en el momento de colocar las esposas a su dueño.

Fueron conducidos a la Dirección General de Seguridad; se les pasó a una amplia sala donde debían esperar junto a otro grupo de personas sospechosas. Era una sala rectangular de unos cuarenta metros cuadrados. En el centro había una mesa, también rectangular, y seis sillas. Junto a las paredes, seis butacas. Los retratos del rey y del presidente del gobierno colgaban de la pared situada al norte. El perro había despertado y estaba tendido junto a su dueño. Dos policías de uniforme permanecían de pie junto a la puerta de la sala. Los miembros del club se miraban sin entender lo que estaba ocurriendo y preguntaron a las personas del otro grupo, también prejubilados, sin obtener ninguna aclaración. Paco se dirigió a los policías y les pidió una explicación; los demás dirigieron la mirada hacia los funcionarios esperando una respuesta que no llegaba. Al cabo de unos minutos, uno de los guardias dijo que estuvieran tranquilos que enseguida vendría la autoridad competente. JG acariciaba a Darky para que estuviera quieto. Pablo tuvo que pedir algo de comer y los demás permanecieron en silencio.

Al cabo, entró una persona sin uniforme y se sentó en una silla a la mesa. Fue nombrando a cada uno para confirmar sus datos personales y preguntó si alguien quería hacer una llamada a su familia. Todos llamaron tratando de minimizar su desasosiego pero sin poder explicar su situación. Más tarde, les hicieron salir de uno en uno para ser interrogados en una pequeña habitación. JS pidió la presencia de un abogado y se le dijo que lo tendría pero que ahora sólo tenía que contestar a unas preguntas de rutina y que debía colaborar. A medida que eran interrogados les fueron pasando a otra sala donde, sobre una mesa, había dos termos, uno con café y otro con leche, y tazas, cucharillas y un azucarero. Preocupados, intercambiaron la información sobre las preguntas que les habían hecho.
-¿Ha estado alguna vez en Iraq?
-¿Conoce el paradero de las armas de destrucción masiva?
-¿Sabe qué le ha pasado a Sadam Huseim después de su captura?
-¿Tienen alguna cuenta bancaria en Suiza?
Las respuestas fueron negativas, excepto Cris que afirmó tener una cuenta en un banco suizo, donde le ingresan su pensión.
Acabado el interrogatorio, fueron puestos en libertad bajo palabra de no abandonar el país hasta nuevo aviso.

Al día siguiente, JP llevó en su coche a JG, a Manolo y a Paco hasta el puerto de la Puebla para recoger sus coches. Durante el recorrido un coche de color blanco les siguió. La policía sigue interrogando a grupos de prejubilados de izquierdas y a destacadas personalidades del mundo de la cultura.

Madrid, 12 de febrero de 2004

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