lunes, 18 de octubre de 2010

122-Cabeza Antón

CABEZA ANTÓN. Por Manuel Navarro Seva

Cuando Ansar entró en el congreso de los Estados Unidos de América, no podía imaginar la conmoción que su intervención iba a causar en el medio centenar de congresistas y el resto de invitados que abarrotaban el hemiciclo de la cámara. Cada vez que Ansar terminaba una frase, los oyentes aplaudían y se levantaban en un gesto de aprobación que ni siquiera en su país habría soñado. Cuando el jefe del ejecutivo español dijo que Sadam había vulnerado la legalidad internacional de forma reiterada, justificando así la guerra, el auditorio se llenó de gritos y aplausos y los asistentes se abrazaban como si les hubiera tocado el gordo de la lotería de navidad. Un congresista no dejaba de manosear sin pudor a una señora que había a su lado y en el fragor de los aplausos la besaba apasionadamente. El vicepresidente de los EE. UU., con gesto grave, aplaudía a Ansar pero no dejaba de mirar a los que se besaban y su ojo derecho parpadeaba sin cesar. En un momento del discurso, Ansar defendió la libertad y la democracia y argumentó contra el terrorismo internacional y la ola de pornografía que invadían el mundo. Los asistentes vitorearon al líder español, y rezaron una oración en desagravio por la actitud de Janet Jackson. Algunos pidieron la teta de la cantante como castigo ejemplarizante.

El delirio se produjo cuando el presidente mencionó que quería una Europa fuerte pero que ello no significaba querer un contrapoder a los EE. UU. En ese momento, algunas congresistas gritaban sin control: “queremos un hijo tuyo, queremos un hijo tuyo” y los miembros de la mesa abrazaron a Ansar como hermanos, derramando lágrimas y gimiendo de satisfacción.

En España, la actuación del jefe del gobierno en el congreso de los EE. UU. ocupó las primeras páginas de la prensa. Un grupo de afines, liderado por la jerarquía eclesiástica, organizó una romería de acción de gracias a la Cabeza Antón, una cima de 1.396 metros de altitud, al norte de la aldea de El Atazar, donde se había colocado un busto en mármol del presidente Ansar y las banderas de España y de los EE. UU. , junto al cilindro del vértice geodésico.

A las 11.30 de una mañana soleada de febrero, la plaza del pueblo era un hervidero de gente. La espadaña de la pequeña iglesia del siglo XVII aparecía engalanada de banderitas y las campanas tocaban incesantemente. Enseguida apareció el arzobispo, subió al estrado montado para la ocasión y bendijo a los asistentes, que no paraban de llegar mientras otros habían ya comenzado la histórica marcha por una ancha pista de tierra que descendía por el frontón y por el cementerio. Durante el trayecto, guiados por expertos senderistas, la multitud no dejaba de cantar y aplaudir. Algunos paraban para descansar y tomar aliento, y los miembros de la seguridad se acercaban para ofrecerles agua y frutos secos. Las pancartas llevaban mayoritariamente las fotos de Ansar y de Bush, pero había también quien llevaba la de Rajoy y algunos, la de Carod y la de Ronaldo. La gente, a medida que llegaba al collado de la Cabeza Antón, tomaba posiciones junto a los afilados crestones de pizarra. Los miembros de la seguridad repartían bocadillos y agua mineral. De pronto, a eso de la 14.30, se oyó el ruido de un helicóptero que aterrizó en una pradera cercana; de su interior descendieron el arzobispo, el ministro de propaganda electoral, la presidenta de la Comunidad y Rajoy. Cada uno de ellos habló a los asistentes. El busto estaba cubierto con la bandera española y a sus lados ondeaban las banderas de España y de los EE. UU. Cuando terminó su alocución, el ministro descubrió el busto y el arzobispo lo bendijo con agua bendita, mientras la multitud aplaudía.

La presidenta de la Comunidad de Madrid ha propuesto a la Asamblea sustituir el nombre de Cabeza Antón por el de Cabeza Ansar por los siglos de los siglos. Amén.

Madrid, 6 de febrero de 2004

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